Tampoco le perdono a las decisiones no saber decidir, no le perdono a las dudas que llegasen a dudar, no le perdono a mis brazos no abrazarla, pero sí le perdono a mi vida dejarme vivir con ella aunque ahora no esté conmigo.
No le perdono al sol desplazar a la luna y a la luna dejar que el sol la desplace, no le perdono a la infelicidad hacerme infeliz, no le perdono a la soledad permitirse estar solo, pero sí le perdono a los recuerdos dejarme recordarla.
El punto final me llama y escribo en dirección a este. Y si aceptan disculpas, discúlpenme, porque debo irme.
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