miércoles, 30 de enero de 2008

Le dije adiós a su adiós

Ya basta. No merecemos seguir rezando penitencia por errores del pasado, por un tiempo que no volverá. Ella no se merece que la siga martirizando con estupideces mías. Ella no merece haberse cruzado con un tirano como yo. Si ambos nos equivocamos, tampoco importa, porque el puntillazo final lo puse yo. Le dije adiós a su adiós, y aunque ella duda, tendrá que ser así. Lo he repetido incansablemente que me arrancaré su amor del corazón y aunque e incumplido esta promesa, haremos el intento en el silencio de la bulla, en la procesión del dia a día.
Estoy seguro que ella me ama y por eso me dice que la deje tranquila, que no la joda más. Pero también estoy seguro que encontrara refugio, como lo hizo conmigo, en brazos que no la maltraten, que no la abofeteen con mentiras.
En cada espacio de mis pasos ella estará conmigo, y por eso resulta difícil despedirla de mi cabeza y de mi corazón. Terminé de convencerme cuando hablé por teléfono con ella y con palabras inyectadas de rabia, de preguntas sin resolver y de historias legitimamente creíbles, me exigía que aljara mi voz de sus oídos. Y lo haré. Ojalá y este esfuerzo sume a sus esfuerzo por olvidarme. Este post es de los que menos me gusta, porque estéticamente no está bien escrito, pero además porque marcará el fin de una historia que se cerró hace meses. Hasta siempre reina, hasta siempre mi amor

miércoles, 23 de enero de 2008

¿ Me dejó el bus o mi "compañero" ?

Estoy a punto a abandonar el miércoles y me aproximo al límite con el jueves. Es casi la medianoche y siento rabia, pero esta vez no es por un lío de amor (que aún me atormenta carajo). El bus que me llevaría desde Chiclayo a Cajamarca partió sin mí. Y no porque llegara tarde. Todo empezó por un mal entendido que ahora me jode, y mucho. Lo peor es que este mal rato todavía no termina.
Unos tipos del gobierno regional de Cajamarca invitaron al diario donde trabajo a cubrir una reunión de presidentes regionales y ministros, en esa región. Mi editor me pidió que vaya. Me dijo que las reservaciones fueron hechas por los cajamarquinos para las 11:00 de la noche. Lo mismo le dijo al gráfico que me acompañaría en esta comisión. Con el gráfico quedamos en vernos minutos antes de la hora de partida en la agencia para recoger los pasajes que habían comprado en Cajamarca.
El sinsabor de esta noche convertida en drama empezó al oir el timbre de mi celular. ¡Aló!, ¿donde estas?, me preguntaba mi editor, preocupado porque el gráfico que llegó minutos antes que yo a la agencia le había comunicado que las pasajes fueron reservados para las 10:00 de la noche y no una hora después como nos habían floreado. Es decir, con el gráfico llegamos varios minutos después, cuando el bus con nuestros asientos libres, recorría la carretera sin nosotros.
El segundo acto de este drama tiene como protagonista de excepción al gráfico. Al choche le importó un pito que yo aún no llegara a la agencia, y asumiendo una pose estúpida, compró el último pasaje que estaba a la venta y se trepó al último bus que lo llevaría a Cajamarca sin mí. ¡Ve a las demás agencias a buscar un pasaje!, me dijo muy fresco, cuando sabía que en todas las agencias el último bus sale a la hora que él lo tomó sin mí. Me pregunté si hubiese hecho lo mismo que él en su posición, porque desde la mía noté la ausencia del compañerismo, que posiblemente no sea una virtud, pero sí un gesto que valoras en quienes trabajan contigo, pero que también pisoteas cuando se ausentan las decisiones acertadas.
Me editor me llama y me pide que regrese a casa y postergue el viaje por un día porque el evento principal sería un día después. Estaba con bronca, y quizás esa rabia me hizo pensar que aún podía llegar a Cajamarca en uno de los autos de la empresa que reparten el diario en esa región. Llamé a mi editor y se lo sugerí. Él gestionó el viaje y concretó mi idea parida de la rabia.
Mientras escribo este post, espero que el chofer que me llevará a Cajamarca terminé de cargar los diarios. Supongo que el gráfico estará cómodamente sentado en el bus al que no me dejó subir porque debo aclarar que le pedimos que hablara con el chofer de este para que hiciera una excepción y me llevara al menos en el asiento del copiloto.
En fin, esta historia tendrá aún un tercer acto que espero no sea escrito con joda, sino con paz, esa que por ahora me rehuye. Falta poco para ver al gráfico, al compañero. La madrugada nos separa, pero creo que adelante la distancia será mayor.

lunes, 21 de enero de 2008

Me debes el puñete...

Admito que mi reacción no fue la correcta. Tirarle el microfono a un par de practicantes de televisión no era la forma para resolver un problema que debió pasar por alto y no detenerse para complicarme el último tramo de la jornada. Pero los chicos tampoco fueron gentiles conmigo mientras entrevistaba a un presidente de barbas pobladas, y por eso supuse que mi respuesta tampoco debió ser gentil.
Es cierto que ya había lanzado más de una docena de preguntas y que fácilmente podía retirame y dar chance a los chicos malos a preguntar. Pero nada les costaba ubicarse en otro extremo que no me incomodara y que no les incomodara.
¡Ya terminaste, vete!, recuerdo con dificultad que me dijo el camarógrafo, quien ante mi negativa optó por acomodar su cámara cerca a mi rostro, como un reto, como diciéndome: lárgate mierda. ¡No me jodas!, le repetí hasta tres veces, tratando que la bronca que empezaba a pintarse de rojo no fuese notada por el entrevistado, que mientras yo discutía, él respondía las preguntas del buen Caliche, un colega de otro medio.
El rebelde camarógrafo insistía y me jodía. Hasta que la mierda me venció. Y le bajé la cámara y el micrófono de su compañero. Este último que no sabe sino preguntar estupideces, aprovechó que me volteara para tirarme un puñete en la espalda. En ese momento tenía ganas de reventarlo a puñetes, pero a mi lado tenía al presidente y en mi cabeza, la idea que en la empresa podía hacerme chongo por la bronca que pude haber provocado.
Los tipos que no sabían preguntar, esperaron oir las interrogantes de otros para calcarlas en un remedo de entrevista, la que esperé terminarán para aclarar diferencias que hasta ese momento pensé no eran absurdas, y que debían aplazarse en una pelea. "Me debes el puñete", le dije al gestor de mi rabia. Él, por su parte, no podría aceptar que lo minimizara, así que aceptó el reto. Claro que en el interín hubieron mierdas, cdtm y otras groserías.
De pronto se metió el camarógrafo atorrante. Con la gorra hacia atrás el tipo me toco el hombro para decirme luego que era floro, fanfarrón en cristiano. La prudencia me sujetaba con fuerza, pero cuando se distrajo, le mandé un manazo acabreado pero fuerte, que en realidad debió ser un puñete. No podía, sabía que si reaccionaba me iría mal en la chamba porque la imagen del diario pagaría pato.
Después de acariciar al atorrante y que este callara, Wilson, otro camarógrafo de un canal nacional, me comentó que había registrado la bronca en su cámara, pues esta se desarrollo detrás del entrevistado, el mismo presidente barbón.
Me apena haberme portado como un tonto, y que haya caído en el juego de estos chibolos. Pero debo reconocer que seguiré disfrazado de tonto hasta cobrarme el puñete, fuera de la chamba, en algún lugar incierto. Tendré paciencia, pero acuérdate idiota: me debes el puñete...

domingo, 13 de enero de 2008

Foto cachetada

Revisando el Hi5 me encontré con una foto del 2005 donde me veo entrevistando a Alan García, cuando aún era candidato presidencial, cuando lanzaba patadones, cuando remedaba ser chico bueno y no soberbio. Y aunque el entrevistado es lo de menos porque el señor del cambio responsable continúa siendo irresponsablemente irresponsable como cuando yo era niño y él presidente de la República, una camisa a cuadros chocó con mi mirada en un paseo fugaz por el tiempo que murió.
Aquella camisa a cuadros con trazos azules que lucí en el incendiado Salón Consistorial de la municipalidad de Chiclayo, se acomodaba perfectamente en aquel cuerpo que extraño por momentos con nostalgia. Y es que aún no logró entender cómo es que de pronto huyó para ser suplido por una simulación de cuerpo, este que disimula con esmero los rollos burlones de la estética.
El encuentro con la camisa me recuerda que aún guardo muchas de estas en el closet de casa, así como pantalones que ahora no toleran el sobre peso de mi (me apena calificarlo, pero en estas líneas debería un ir un adjetivo irónico, aclaro) cuerpo. Mi cabello volvió a crecer, ya no luce recortado como en aquella fotografía.
Ciertamente esta fotografía me abofeteó, me grita que el tiempo pasó, que ayer es ayer, y hoy no será hoy, porque entendí con lágrimas que existe un mañana, el día después de hoy, la semana, el mes y el año siguiente en que no padeceremos los males que en el presente nos agobian.
Ver la mirada de Alan García distraída por algunos segundos en mí -en el 2005, un chibolo de 22 años- mientras ensayaba una respuesta a una pregunta que vagamente recuerdo (parece que hablamos del conflicto con Chile por el diferendo marítimo), me regala una triste sonrisa. Es verdad, el tiempo pasa y cuando se anima te ofrece recuerdos de épocas agrias y dulces. Pero sólo son recuerdos...

domingo, 6 de enero de 2008

Ay chicas!!

Nadie se exitó, todos terminamos ahogados en carcajadas provocadas por la pésima (decir mala es ser generoso) elección de la china y la peke. Aunque la intención camuflada pero también descarada de los chicos que pagamos para contratar a una striptisera era rompernos el ojo durante la despedida de soltero del chato, aquella noche se convirtió en un show cómico donde irónicamente los protagonistas éramos nosotros mismos.
Una semana antes, cuando el chato empezaba a despedirse del mundo de los solteros, nosotros en la redacción del diario, tramábamos la noche en que aprovecharíamos la antesala al matri para chelear como locos, como si los homenajeados fueramos los organizadores. Pero amputarle la soltería al chato debía compensarse con una tía que no reparara en calatearse y hacer que el enano hiciera crecer su propablemente reducida extensión corporal.
Curiosamente quienes lanzaron la idea de contratar a la striptisera fueron las chicas del diario respaldadas por un minoritario pero entusiasta grupo de chicos. La respuesta del resto fue positiva, sin saber el desenlace de esta historia pintada de chocheras arriolas. Obviamente el chato no sabría de esta transacción hasta tener la sopresa entre sus manos. Y carajo, vaya que fue sorpresa.
Un tío con poses de sexy reprimido utilizaría sus encantos gastados con el tiempo para conseguir a la muchachona que alteraría las hormonas del chato, y obviamente las nuestras. Y aunque pan con pan no pega, entiendo que las chicas empujaban el carro de la morbosería por ver al chato medio calato, o calato. La pechuga, la rabadilla y la entrepierna quedaba para nosotros, los amigos del chato.
El don Juan no cumplió con la misión. El plan B era jalar a la amiga de una de las chicas que amablemente nos mostraría lo que su desgraciada ropa oculta en público. Pero finalmente se desanimó. Ello nos obligaba a un plan C, que en realidad era el plan A, pero con otros cazadores del calateo. Olvide decir que había llegado el día de la fiesta y a menos de ocho horas no teníamos la certeza que alguién nos alegaría la noche.
A estas alturas el chato era lo de menos, queríamos a la calata. Y como las chicas también compartían nuestra inquietud fueron ellas en busca de la musa de nuestros cuerpos deseosos de placer visual, porque la mayoría de los periodistas debía trabajar durante la mañana.
Las voluntarias de conseguir a la chibola de carnes jugosas era la china y la peke. Pero supongo que no entendieron bien el mensaje lanzado por nuestros rostros ansiosos. O quizás sí. La peke me contó (lo recuerdo con melancolía) que habían contratado en un nigh club a una rubia espectacular, de esas que te arman lo macho en una, sin pensarla. Los chicos, enterados de la proeza de los chicas, lo celebramos.
Al llegar la noche, el chato llegó al local, pero carajo la china y la peke no llegaban. Eso evidenciaba que tuvieron problemas para reclutar a la voluminosa -en teoría- chica. Y fue así, no nos equivocamos.
Quiero entender como consuelo que las chicas agotaron todos los planes desde la D a la Z, y del UNO al infinito para haber contratado a eso. Ayyy carajo. Ni siquiera era un remedo de mujer. En realidad parecía hombre. El Chus, un compañero del diario, no mentía cuando bromeaba y afirmaba que las piernas de la stiptisera eran identicas a las de un obrero fortachón, de esos que se mechán con la policía en las protestas del gremio.
El hallazgo semejante a los del arqueólogo Walter Alva pero descubierto por la china y la peke, apareció de pronto en medio de la oscuridad. Las luces apagadas nos liberaron durante los primeros minutos de un shock emocional. La sorpresa mantuvo su naturaleza, pero perdió a los admiradores anotados con los ojos cerrados.
Quienes nos sumamos a esta faena, esperábamos a la carnuda de la tía que la peke me prometió y que promocioné sin dudarlo. Pero mientras ella (era ella, aunque por ratos me convencía que era él) se acercaba al chato para despojarlo de sus prendas y hacerle mañucadas, empecé a resistirme a verlas, porque no era la tía carnuda, era una ¿mujer? que le había robado la cara a Toledo.
El Chus abrazado a la verdad y a la decepción nos decía que el chato aceptó el gestó nuestro convertido en martirio por no hacernos sentir mal. Es verdad Chus, le respondimos también decepcionados. Y es que el toqueteo con la tía, sólo le inspiraba al chato el deseo por sujetar fuerte su ropa. Quisimos rescatarlo pero era demasiado tarde.
La china y la peke escondidas tras un muro se reían avergonzadas por el desastre que provocaron. Sabían que su elección no fue la mejor, hasta que el Chus las liberó de las miradas pesadas.
¡Discúlpanos chato!, gritaba el Chus, mientras se preguntaba cómo podíamos seguir comiendo la parrilla al ver aquello que indudablemente provocaba nauseas. "Ella calza más que el chato", insistía el Chus, para quien la fortaleza física de la striptisera terminó por desnudar a un desmejorado amigo. Es cierto que el contrato incluía el calateo, pero por lo visto en los primeros minutos donde sólo se dedicó a arrojar cerveza y mostrar un brasierr "poco fino", rogamos para presincidir de esa clausula.
Debo confesar que es la primera despedida de soltero a la que asisto. Y aunque la historia se escribió con pincelazos de chistes, la despedida del chato fue gracias a todos un cague de risa. Con esto chato, de seguro que el matrimonio es lo mejor para ti. Suerte.

martes, 1 de enero de 2008

Fraude...

Saltamos de un día a otro con el mismo dolor de corazón, los mismos problemas económicos, la misma joda por pelearte con el mejor amigo o con la pena de ver a la distancia a papá y mamá. Sin embargo, hoy -dicen- es Año Nuevo. ¿Qué de nuevo podría regalarme la vida?, me pregunto mientras veo que todo sigue igual, que las calles son las mismas, que sigo pagando una quina (con rebaja, porque el pasaje cuesta 0.70 céntimos) al cobrador de combi, que mi sueldo no aumentó, pero sobre todo, que la nostalgia no se aleja.
La ropa interior amarilla cocida con hilos de superstición se ha convertido en casi un deber para quienes quieren cambiar las lágrimas por alegrías de 365 días, sin chance a menos. Resucitar junto al nacimiento del nuevo año es puro cuento. Lo inventaron para calmar las penas por un corazón triturado, por proyectos frustrados o partidas inesperadas.
Confirmé que es un fraude vestir de amarillo nuestros genitales y otras zonas sensibles del cuerpo. Este es sólo un rito urbano convertido con el tiempo en una verdad mentirosa, porque la buena suerte o la felicidad esquiva en el año que partió no llega de pronto usando ropa interior amarilla. Ya sé, es un absurdo aferrarse a una bobería para convertir en realidad un sueño censurado en este mundo, pero algunos calzonudos no quieren dejar escapar la oportunidad para huirle a la fastidiosa infelicidad.
Deseos incumplidos por el calzoncillo amarillo se suman a la pena que debió resolver. Queda claro entonces que los tropiezos en la vida no se detendrán por cumplir militar y religiosamente esta recomendación de algún otro ingenuo que se comió este cuento peruano con letras chinas.
Es tarde para reaccionar y evitar hacer el ridículo porque de seguro muchos tienen ahora puesto aquella prenda. Pero aún resta tiempo para recurrir a la paciencia y esperar que los deseos frustrados nos sonrían, siempre que hagamos la guerra en este impredecible 2008.
Correr como giles con una maleta como si estuviéramos robándola o comer doce uvas apelando a la buena fortuna, son también boberías inventadas. Y es que insistir con rituales tontos termina por deprimirnos. Aperecen derepente nuevos problemas que nos acorralan porque nos distraemos en cumplir con los ritos bobos al pie de la letra antes que guerrear en este mundo alejado de las telenovelas.
Por los amigos y amores que planean visitarnos, por aquellos otros que se fueron, por todos ellos, empujemos las supersticiones al abismo y dediquémonos los siguientes doce meses -como ensayo- a cultivar sonrisas y cosechar algo más efectivo que ropa interior amarilla: alegrías.