lunes, 24 de noviembre de 2008

eN lA CuMbRe DeL sOtAnO


No lean este post con la pena que lo escribo. No sean mis cómplices en la tristeza. No empujen los extremos de sus labios hacia la quijada. Se los ruego. Hoy, antes de escribir este texto me asome al espejo, y el hombre que me veía, lloraba. No entendía como mierda pudo ser tan huevón. Tanto así que se lo reclamó a sí mismo: "Ya déjate de cojudeces", oí que resondró.
Apenas había regresado de entrevistar a presidentes de países que no eran el suyo -quienes llegaron a una Cumbre donde hablan mucho, y se espera que actúen en el mismo nivel de amplitud- cuando el auto en el que iba chocó con una hermosa y cruel pared. Estaba realmente feliz, porque como periodista había guardado para sí episodios aleccionadores en las entrevistas con los gobernantes. Sin embargo, del otro extremo de la vía, había un muro inmenso, y hacia este condució.
Se detuvo un instante para recordarle al muro pintado de flores que lo amaba, que quería c0ntinuar trazando líneas de amor. Pero este guardó silencio, como sino tuviera corazón, pero sí lo tenía. Escondía su mirada, me tomaba la mano y la besaba, y lloraba.
Como entenderán el fin de esta historia terminó en el sótano, en la mierda de la frustración, en medio del carajo fabricado por los errores, en la chuchada de no querer pelear contra el mundo porque se cagan de miedo y no confían que el escudo de su corazón los proteja. Esta es la primera vez que escribo un culo de groserías en un post. No quiero que me disculpen. Y si los no más de diez lectores de vozdelono, deciden mudarse, me importa poco menos que un rábano. Por hoy, todos, sin excepciones, váyanse a la cdsm... Cuando me pase la rabia volveré a escribir... Hasta entonces...

miércoles, 19 de noviembre de 2008

No hay primera sin segunda...

Hoy por la noche viajo a Lima. Es la segunda vez en el año que viajo para cubrir un foro internacional. Por cierto, para quienes lo ignoran o lo han olvidado, funjo de periodista. Y es esta profesión la que me lleva a destinos distantes a la tierra donde nací y donde trabajo.
No es que sea un tipazo, o uno de esos periodistas que creen haber llegado a la cima de su carrera cuando nos resta mucho por aprender. Pero sí tengo claro que no soy un tonto, que he crecido y, que si mi editor me dijo: ¡Hey chochera, alístate que irás al APEC!, es porque algún mérito debo haber cosechado durante las cientas de jornadas sembradas haciendo prensa en una provincia lejana y próxima a la capital.
En mayo también participé, junto a una compañera de Arequipa del ALC-UE (ese post está pendiente). Ambos fuimos como apoyo a la redacción central del diario en Lima. Yessi fue elegida entre el grupo de periodistas de la filial del sur, y yo, del norte. La idea era no dejar ni un espacio vacío durante la Cumbre, pues si bien ALC-UE capturó la atención de la prensa había otros temas pendientes que no podían quedar sin abordar por la distracción natural que generó un evento internacional. Con APEC sucede lo mismo.
No puedo negar que me emociona como periodista asistir por segunda vez a una cumbre internacional. En la primera ocasión pude hablar con el presidente español Zapatero, el colombiano Álvaro Uribe y con Evo Morales de Bolivia. También entrevisté al presidente de la Comunidad Europea cuando visitó el Congreso de la República.
Ignoro cuáles serán mis comisiones durante los cuatro días que permanezca en Lima. Me sumo al equipo de chicos y chicas del área de Política, el mismo día en que empiezan a descender los mandatarios que forman parte de APEC. Uno de esos muchachones será a quien persiga, obligado a convertirme en su sombra.
Confío, porque creo en mí y en lo aprendido de mis compañeros de redacción y colegas, amigos de otros medios, que haré bien las cosas. Al menos, el objetivo primario es no hacer el ridículo, para luego dedicarme a pasarla bien y regresar con una sonrisa dibujada con un lápiz de color de APEC. Me llevo los buenos deseos de quienes me leen, me quieren y me aman. Regreso el lunes…

martes, 28 de octubre de 2008

Raje pre "amor"

¡Es un chibolo!, ¡Es inmaduro!, ¡Nunca estaría con él!, le decía E a P del chico que ahora es su enamorado. Después que E y P se besaban e intercambiaban frases amables, E le repetía que su galán de turno era un inmaduro, pelotudo (tenía una fijación con el dejo argentino) y que entre sus opciones él estaba por debajo del último. Incluso le daba mayor chance a P, o al menos se lo dejaba notar, cada vez que se encontraban en citas esporádicas y salpicadas por momentos de pasión.
Dos años separan las edades de E y el tipo al que rajaba sin reparo. Esta diferencia de días, semanas y meses sumados le hacía pensar a E que aquel muchachón no sería el elegido de entre los pretendientes que formaban cola. No sólo lo abofeteaba con sus palabras, también lo apuñalaba, le lanzaba dardos, ráfagas y misiles. Lo mató y hasta lo sepultó.
Después de esta masacre descarada, era visiblemente imposible concluir que E le diría sí. Por eso cuando lo aceptó como su enamorado, no sólo sorprendió a P con quien continuaba chapando como amigos, sino que invitaba al desconcierto.
Cuando hablaba con P sobre esta historieta, concluíamos que ciertamente E es la causante de la mutación de una frase antiquísima. Ahora, tras lo que se pensaba era la aniquilación del rajado a manos de E, es válido deducir que “entre el raje y el amor hay un paso”. O quizá medio paso. O quizá no es amor, y el salto es hacia otro espacio adormecido por la inmadurez que P cuando me contó la historia, me dijo que se la adjudica a E.
No es que P esté desfalleciendo a raíz de este episodio. Dice sentirse burlado, pero paradójicamente aliviado, porque se enteró a tiempo que E empezó a entenderse con el rajado, cuando presume aún continuaban chapando como sucedió la última vez en que fueron a beber vino y ella se embriagó. Aquella vez, antes de recibir la llamada del rajado y después de besarse con P, ella no dejó de aclararle a P que el chibolo e inmaduro jamás la besaría como sin duda la besa ahora, posiblemente engañado.
Pese a que P no le guarda rencor a E, traté de abogar por ella y recordarle que si E lo cagó es porque quiere safarse del recuerdo del ex, del que la engañó. Y la mejor forma de olvidarse del ex que además juraba no olvidaría, y por el que lloraba incansable, era estar con algún otro tipo, aunque creyera que era un tarado.
“Lo amo (al ex) y al menos en los próximos meses no podré olvidarlo, ni estar con nadie”, le dijo E a P mientras chapaban. Pero evidentemente cambió de opinión y ahora, para olvidarlo, utilizará al rajado.
E no tendría por qué decirle a P que ahora chaparía oficialmente con el rajado. Y no lo hizo. P se enteró por su cuenta. P llamó hace poquito a E, minutos antes que me comunicara eso y que yo escribiera este post. E, se ofendió porque P le dijo sentirse burlado luego de sus besos mentirosos. E colgó la llamada, sentenciando supongo la relación ¿amical? que tenía entre vinos. No tuvo tiempo para preguntarle desde cuándo chapaba con él y coqueteaba con el rajado.
Debo terminar diciendo que no siempre los chicos son los malos de la película. Y aunque casi todos los muchachones han heredado el don de engañar a las chicas, ellas también han ejercitado su capacidad de florear. ¿O no manita?... E es lo maisimo...

jueves, 23 de octubre de 2008

Enamorarse del clavo...

¿Es posible enamorarse del clavo que sin saberlo tenía la misión de sacar el clavo que dañó el corazón de madera?, me preguntó. Y sé que no es difícil responderme a esta burrada de pregunta. Trató de buscar una respuesta racional, diminutamente lunática, pero sobre todo, convincente. Tengo que persuadirme y comprender que en algún momento el amor al que amas más que ayer, mañana amará a alguien más, incluso más que hoy y que ayer cuando decía amarme.
En algún momento, con conocimiento de causa, acepté ser el clavo que según el legendario Pablito podía arrancar de su corazón al verdugo de las noches tristes. Enterado que ella compró una decepción con su anterior pareja al que decía amar con locura y poco después que rompieran la relación, le pedí que fuésemos enamorados. Su belleza me marcó el camino hacia el corazón en el que luego me cobijé.
No recuerdo cuándo, pero entendí que algún tiempo después que iniciamos la relación dejó de llorarle al ex por pensarme. Los detalles que ella me inspiraba regalarle, me convirtieron en un buen chico, en el hombre en el que podía confiar. Y no él.
Cuando me presentó su piel me dediqué a probar la miel que en ella había. Era imposible saciarse. Tenía una vida entera para amarla y dejarme amar. Fue en mi cumpleaños, el mejor de mi vida (mantendrá esa distinción eternamente), en que nos encontramos por primera vez en la luna. La sentía mía y no de él. Pero hemos terminado, y ahora soy el ex.
¿Y si la historia se repite y soy el clavo al que quieren expulsar?, también me pregunto hoy que no estas aquí, sentada en la banca del parque cómplice al que íbamos luego de encontrarnos en el teléfono de la esquina. ¿Si ella encuentra o busca a quien me supla ahora que nos separamos?, replico molesto, casi llorando.
Cuando en la lejanía del sueño roto hablamos que lo nuestro no podía seguir, lloramos como lo hago hasta ahora en silencio. Sé que es una ironía de la vida que amándonos como lo hacemos no estemos juntos. Mi perdición será la bendición de quien pronto, o muy pronto, me reemplace al descender sobre tus labios, tu cuerpo y (no quiero carajo) tu corazón.
Pablito nunca debió recomendar sacar un clavito, debió callar, no lanzar ideas tontas. Ya sé. Soy uno de tantos clavos a los que arrancarán, no soy el único. Pero eso no importa. Me vale lo mismo que nada este disfraz de consuelo.Cuando llegue el día en que sienta que dejé de ser el amor de su vida, será cuando la vea de reojo cruzar a la vereda del frente al verme acercarme a ella por la cera de la que huyó, junto a él, al bendecido, al que odio.

domingo, 19 de octubre de 2008

Lo siento tanto y te he amado tanto...

Me alegra saber que aún me amas, me apena saber que no haz cambiado de opinión, y que te mantendrás distante, lejos de este amor que te ofrezco.
Al inicio de la conversación que sostuvimos por teléfono sentí que me hablabas como aquella amiga que ves después de largos años, cuando nosotros tenemos apenas pocos meses de habernos separado por decisión de la vida, y no mía. “Yo también”, me respondiste, luego que te recordaba que te amo.
“Las cosas pasaron porque pasaron y punto”, te dije ensayando un argumento bobo que podría sustentar en un terreno lleno de dudas y temores, por qué es que “acepto” ser tu amigo y nada más que eso.
“Cuéntame cuando estés triste”, agregó, pidiéndome algo que no puedo manejar. Y es que si cada vez que hablemos le digo que mi corazón no deja de llorar porque no la tiene consigo, nuestros encuentros telefónicos no serán sino un remedo.
Hablamos de las fotos de tu viaje a Arequipa. Te disgustaba la idea de estar subida de peso. Mientras yo, defendía tu belleza intocable siquiera por algunos cambios físicos que el tiempo osó realizar.
Cada vez que hablo contigo mi día es otro, los colores tienen sentido y no sólo nombre, el sol irradia y no jode, el cielo abraza nubes donde me gustaría estar echado contigo, el verano o el invierno se convierten en primavera, mis ojos frenan el llanto y lo despiden, sonrío porque mi corazón está alegre.
Ahora son menos frecuentes las llamadas telefónicas, mías y tuyas. Hoy, los mensajes de texto no llueven como diluvio sobre las bandejas de entrada del celular como cuando estábamos unidos en cuerpo y alma.
A veces me preguntó cómo he terminado haciendo daño a todo mundo, si solo quería amarte y comerte a besos cuando llegaras a casa, y verte ahí al lado mío cuando suena el despertador, y mirarte cuando desayunamos con olor a pan tostado, y no dejar de mirarte en todo el día. Pero lo único que he conseguido es caer enfermo de tristeza.
En una televisora española encontré la historia de Sara y Lucas, dos locos enamorados que luchan por defender su amor y que chocan contra la barrera que ellos mismos construyeron en base a miedos y dudas. Sé que no hay dos historias idénticas, pero esta se asemeja mucho a la nuestra, una historia que tiembla al agonizar y que revive al oír al teléfono remedar tu voz. Lo siento tanto y te he amado tanto que por ahora no puedo seguir escribiendo…

miércoles, 8 de octubre de 2008

¿Damaris o J?... decídete Micky

Micky Gonzales, el tío que cantaba y canta Akundún como consuelo de su época de gloria, el mismo tío al que una gemela famosa por la hermana adornó hace poco, ese chochera fue el que con frescura se vistió de galán y no dudó en afanar a la enamorada de un buen amigo, el buen CH. Como si quisiera probarse a sí mismo que aún podía conquistar mujeres, y no limitarse a ser un simple cornudo, el ex greñudo y ahora postulante a calvo se mandó un afane conchudo, debajo de las canas de donde el aire sujetaba su maltrecho cuerpo.
Quizá por ignorar que J chapaba con CH, es que el tío coqueteó sin descaro con ella cuando lo encontramos en la acreditación de periodistas para un concierto de rock donde él participaría como invitado, junto a otros grupos rockeros largamente mejores en el escenario. Entiendo, y sin ánimos de defenderlo, que Micky no quiso dejar en ridículo a CH. Pero lo hizo muy bien, que incluso fabricó carcajadas que rompieron más de un decena de quijadas.
Cuando Micky, junto a una fan despistada, posaba para el lente del también gráfico CH, aterrizó intencionalmente su mirada sobre el rostro de J, una chica guapa (con respeto papai, no te enojes) que lo distrajo para el mal de mi pata y para la delicia de quienes saboreamos este episodio.
J no tenía la mínima intención de cautivar a Micky, quien en un premeditado intento por acercársele le preguntó por qué estaba triste. Ella, quien también quería fotografiarse con el tío, rechazó con esa gentileza propia de las mujeres que la tristeza no la acompañaba, aunque intuyo que mentía. La mirada coqueta del tío que parecía coqueado nos alertaba que íbamos a burlarnos de CH, como lo hicimos luego, y lo hacemos aún, porque recordarlo ahora todavía nos resulta cómico.
Cuando finalmente J se acercó a Micky para retratarse en una foto con él, el gestor del ridículo de CH empezó a bombardearla de preguntas que le permitan no sólo saber su nombre, sino algo más. Fue entonces que empezaron a dibujarse las primeras sonrisas entre quienes veían como el tío afanaba a J delante de CH a menos de un metro de distancia de este. Y lo peor para CH es que tuvo que esperar algunos largos e interminables segundos frente al conquistador y J hasta que el primero se animara a posar, cansado de cortejar a su enamorada.
CH empezó a disimular el disgusto porque un tipo, aunque sea un famoso descolorido, afanaba a la mujer que ama, a la misma chica a la que él besa y que el otro mira con ojos insanos. CH negaba que aquella situación le incomodara, pero conociéndolo sé que no fue así, que le jodió en el orgullo que -espero no sonar machista porque citaré sólo una frase- otro gallo cantara en su gallinero.
Como sabiendo que no nos detendríamos en burlarnos de CH, es que Micky invitó a J a conversar un rato más, luego de la foto que CH tomó. J con la intención de picar al tío bobo con una entrada al concierto es que aceptó charlar. Ello encendió más la ira de un apacible enamorado, que camuflaba su rabia inventando conversaciones ajenas a este cuadro que jamás imaginó pintas. Pero además multiplicó las carcajadas, alimentadas por el fachoso accidente nocturno al que el buen CH fue sometido.
Como consuelo debo decirle a CH que el tío Micky parece estar tirándole los galgos a Damaris, la flaquita que ganó una gaviota de plata en el festival de Viña del Mar. Y es que con la gemela ya no tiene chance, porque ella prefirió ligar con Giribaldi, aunque digan que sólo chapan como amigos.
Micky está pasadito en año, usa gorra para cubrir la migración de cabellos a la nada, casi nada vibra con sus canciones y vive lejos de J. Sin embargo buen CH, no puedo irme sin pedirle a Micky que decida. ¿Damaris o J?... ten fe colorao que Damaris en linda…

martes, 30 de septiembre de 2008

Seré un sicario por ti...

Me he propuesto asesinar nuestro amor. No sé si lo que planeo se concrete. Mis ojos no ven el futuro. Mi corazón se enfría y mis manos tiemblan. Sujeto con fuerza el arma que liquidará este amor, y tengo miedo. Camino, corro y vuelvo a caminar. Me pregunto si podré. Sí puedo, me respondo.
Aún te amo, pero no quiero amarte. Todavía te extraño y no quiero recordarte. También lloro. Me jode aterrizar esta rabia en impotencia. Juro que en mi corazón no dejaré rastro de lo que en algún momento vivimos. Ya no.
Prometo que me convertiré en un sicario por ti. Llegaré montado en una motocicleta y le dispararé varios tiros al corazón mío que espera sentado en una banca de parque que llegues a rescatarlo. Si el muy tonto agonizante pide piedad, le daré el tiro de gracia. No tendré compasión, porque aprendí que los tontos mueren por tontos.
Secuestraré los recuerdos, los torturaré. Nadie sabrá que alguna vez habitaste en mi corazón. No te recordaré siquiera cuando en la radio programen la canción que elegimos como nuestra, luego que me la dedicaras. Ni tú sabrás que alguna vez te amé.
Han pasado algunas semanas desde que supliqué por teléfono que no me dejaras. Después que colgaste, lloré. Después que lloré, sentí que mi corazón se enfriaba. Ni el fuego de aquel amor que nos juramos podría derretir ahora lo que me inspiras. Ya nada borrará el dolor que sembraste en mí.
Hace menos de una hora te llamé para decirte que te asesinaría, que mataría a la mujer que amé. Pero no respondiste. Quizá no era necesario y el silencio tuyo me lo hizo recordar. Te dije, como podrás oír en el mensaje, que podemos ser amigos, que sería bacán que nos comunicáramos cada vez que se pueda, que coleccionemos nuevos recuerdos pero como amigos, que chateemos como amigos. Ojalá aceptes.
El único sobreviviente de este asesinato premeditado será el príncipe. Entre los motivos que oxigenan mi vida está el enmendar su memoria, remediar la burrada que lo lastimó, borrar la mancha que dejé en mí. El príncipe no se niega a acompañarme, y por eso vivirá conmigo por algún tiempo más.
Espero que este sicario en el que pretendo convertirme luego se suicidarme, no se arrepienta. Ojalá y la luna se derrita. Ojalá algún día me despida de ti, no en un taxi, ni en la puerta de un supermercado, sino en la esquina de mi corazón...

domingo, 21 de septiembre de 2008

¡Hey abu!, ¿para todo hay solución?

“Para todo hay solución, menos para la muerte”, me decía alguien mientras hablábamos por teléfono. Aquella frase célebre la oía repetidas veces de mi abuela Olga que como muchos no pudo vencer a la muerte y partió, pero sí derrotó a muchos de los problemas que la retaron en los casi ochenta años que estuvo entre nosotros.
Ignoro si la fórmula para que mi abuela resolviera los problemas caseros con sus hijos descansaba en esta frase, donde la perseverancia se camufla. Me animo a pensar que el dolor de cabeza provocado por mis tíos y mi mamá cuando estos aún eran niños, o por mi propio abuelo, le ayudaban a poner en práctica esta fórmula. Posiblemente en algún momento ha de haber fallado, pero como en los ejercicios matemáticos, era válido revisar y corregir el error. Ella lo hacía. Convertía lo negro en blanco, y luego nos decía: no hay problema. Ojo, por creíbles estudios familiares, mi abuela disparó esta otra frase antes que el enano extra terrestre de Alf lo patentara.
Decir que esta frase tiene carácter de ley o es un mandamiento divino es decir nada, porque en el mundo (en especial en Perú) las leyes y los mandamientos son burlados, como si hacerlo fuese un hobby. No hacerle caso a la frase que motiva este post es zurrarse en un consejo inyectado de motivación que busca no sólo consolar a quien esté agobiado, sino recordarle que “si existe un problema es porque existe una solución”. Nuestra chamba, pese a la joda, es buscar la solución que nos libere de pesadillas y evite broncas con inocentes.
En fin, al margen de las propiedades curativas de esta frase y que he podido comprobar luego de saltar algunas malas experiencias, me abordó una duda que convertí como muchas de las dudas en una pregunta. ¿Todos quienes ensayan esta frase, creen en ella?. Mientras invento una respuesta optimista, la voz al otro lado del auricular me dice que NO, y no deja ni un segundo de espacio a la duda. Supongo, luego de pensarlo a solas, que lanzo un misil de negatividad para que me convenciera que estaba equivocado. Lo raro es que esta persona forzó la metamorfosis de una frase que vendió como optimista por una realidad cruel, vestida de pesimismo.
Comprendí que el mensaje buscaba en el fondo que cediera ante la tortura del adiós y confesara que la muerte, incluso la muerte del amor, no tenía solución. Ahora que muero porque no estás a mi lado, siento que ciertamente no hay solución a este problema. Pude probar entre lágrimas la veracidad de esta frase.

domingo, 31 de agosto de 2008

No quiero ser Vargas Llosa ni Gabo...

Después que Mario Vargas Llosa le propinará reverendo puñetazo a Gabriel García Márquez a la salida de un cine en México, en 1976, supe que las amistades visiblemente consolidadas, también se derrumban. Ni Gabo ni Vargas Llosa explicaron los motivos de esta bronca que fácilmente pudo inspirar algún escrito de estos genios a quienes no pocos admiran. Gabo, sin golpear a su otrora amigo, le devolvió el puñete ganando en 1982 el premio Nóbel de Literatura, aquel que coquetea cada año con Vargas Llosa pero que se escabulle de las manos del peruano, que lejos de la resignación, espera -aunque lo niegue- ser galardonado.
En ellos descansa el motivo que encendió la rabia en sus corazones e incendió una amistad cultivaba entre letras, en menos de cien años de soledad y que Mario quizá pensó en resucitarlo en una conversación en la catedral. Los dos callaron, los dos caminan distantes el uno del otro pero cerca de la verdad que nunca revelaron y que posiblemente no se animen a hacerlo antes de despedirse de esta vida.
No suelo hablar de literatos en este blog, y aunque amago remedar literatura, me animé a escribir este post, al notar que la amistad al igual que el amor, también muere, como les pasó a MVLL y al genial colombiano. Decirle adiós a la amistad que regalaste y que te ofrecieron es incluso más cruel que el adiós de un amor que duda en irse y se sujeta al corazón que desfallece.
Dicen que un amigo es aquel que te acompaña en los malos ratos. El resto, son sólo conocidos, compañeros de clase, vecinos de barrio. Y es que amigo no es aquel que te acompaña sólo a jugar, chelear, o vacilar; amigo es aquel que te acompaña a la guerra a luchar. Pero ¿qué sucede cuando se inicia la guerra entre amigos?, ¿hay que luchar o ceder?, ¿hay que entregar la mejilla opuesta a la que creemos nos han golpeado?, ¿qué hacer?.
Los malos entendidos tienen por costumbre coleccionar amistades rotas. La verdad se viste de mentira cuando uno cree que el otro la adultera. Las disculpas se esconden bajo tierra pues creen que no es necesario presentarse al no haber cometido ninguna falta. Y si ninguno de los amigos que lucharon juntos en guerras pasadas, dan su brazo a torcer, el fin de la amistad que cultivaron, cosechara despedidas, rabia, decepciones, llanto, pero sobre todo miedo, temor a depositar tu confianza en cualquier otro que aspire ser tu amigo.
Y si algunos de ellos admite que se equivocaron, aunque no fuese así, es posible que la relación entre ambos no termine, pero sí la amistad. La desconfianza invade el terreno de la amistad, y la desaloja. Cualquier otra verdad dicha de los labios de quien fuese su amigo, el defraudado ex compañero sentirá que la fabricaron, que todo es mentira.
De repente aparecen episodios que coinciden con el momento donde estalló la relación amical, y si no coinciden, articulan perfectamente como para darse chance de especular. Entendemos momentos que sólo existen en nuestra cabeza, que nunca sucedieron, pero que la joda por la amistad perdida nos lleva a presumir.
La afinidad por la pareja de turno, inclina a uno de los amigos a alejarse temporalmente, dándole preferencia a la chica. Para entonces, la verdad de la chica vale más que la verdad del amigo. El amigo también tiene novia, y pueda que también se aleje.
En fin, pienso mientras escribo, que por malos entendidos podemos perder amigos que luego y apenas nos saludarán. Y si el destino nos disfraza de Vargas Llosa o del Gabo, que sea por la genialidad de ambos, pero no por el infortunio de perder a un amigo...

jueves, 28 de agosto de 2008

Hoy las vi llorar

Hoy, al caminar por la calle, vi a dos mujeres llorar. A ellas las acompañaban dos hombres que por lo visto eran sus parejas. Hoy me pregunté por qué el amor puede generar dolor. Hoy traté de explicarme por qué el amor se agota. Hoy caminé en busca de respuestas y encontré en cada amago el rostro de las féminas llorando.
Ellas, coincidentemente, caminaban detrás de ellos. Y ellos, despotricaban entre mieles y ajos por haberse involucrado con ellas. Ambos no eran felices. De seguro que ninguno sueña con el otro como lo hicieron al conocerse y cuando fueron enamorados. Las mariposas que sentían en la panza se convirtieron en pirañas que aniquilaron la ahora añeja ilusión.
Las lágrimas que ellas trataban de disimular no podían camuflarse en sus rostros entristecidos por alguna razón que ignoro, pero que ellos no. Ambas mujeres tenían, calculo, poco más de veinte años. Eran jóvenes, no hace mucho se enteraron que existía el amor de pareja, y hace poquito supieron que el amor se derrite, se esfuma.
La culpa del fin de una relación, al margen del tiempo, no tiene que achacársela al hombre, quien si bien puede tener responsabilidad en la fractura del amor, son las mujeres quienes en menor grado se esmeran para que el fin llegue antes del fin planeado.
Descifrar si él y ella tienen la culpa, o si sólo él tiene la culpa, o ella es la culpable, sería inútil. Supongo que mañana o luego, encuentre a las mismas mujeres riendo, ¿o es que acaso por terquedad las veré llorar nuevamente?. Intuyo que mientras siga caminando, continuaré encontrando a mujeres llorar. Espero que el llanto no sea más llanto, y se mude a la felicidad.
Claro, la felicidad no es constante, a veces se cruza con la pena, con el dolor, con la mierda. Desde que Adán comió con Eva la manzana que Dios les privó degustar, a cambio de la felicidad eterna en el paraíso pintado en los pasajes bíblicos, es que somos blancos de los dardos de la tragedia.
La vida sin amor se vuelve cuadriculada. La vida con amor también. (parezco el chavo del ocho, ¿o ñoño?). A veces, sin serlo, nos sentimos como un adolescente confundido, perdido entre los sentimientos que provoca un amor maltratado.
Mañana cuando vuelva a caminar por las calles donde las vi llorar, espero encontrarlas sonrientes. Espero recobrar la esperanza que el dolor se mata con amor, y no necesariamente a la inversa. Hoy tuve ganas de llorar, mañana espero que no...

viernes, 22 de agosto de 2008

Remedio pal corazón...

No lo venden en ningún supermercado, tampoco puedes pedirlo por delivery, y nunca estuvo en oferta. El remedio para el corazón tiene múltiples formas pero moldeadas en una. El remedio para el corazón es el nombre del último disco del cantante chileno Alberto Plaza, con quien tuve la suerte de charlar hace algunas semanas cuando ofreció un concierto en Chiclayo, la ciudad donde vivo. Poco después de entrevistarlo en la habitación del hotel donde se hospedó, colgué una diminuta introducción de lo que sería este post, dejándole a la intriga la tarea de dejar en suspenso cuál era ciertamente el camino, o la fórmula oculta para evitar que nuestro corazón deje de llorar. Plaza nos había adelantado que él descubrió cómo hacerlo.
De Alberto Plaza he oído muchas de sus canciones, sino son todas. Las últimas las repasó con atención porque hasta hace poco supe que lanzó un nuevo disco al mercado. He cantado sus melodías, pero también he llorado. He celebrado que él celebrara el amor, cada vez que lo oía por la radio o checaba algún video suyo en la tele o la web, porque debo admitir que del bien llamado Trovador de Sueños no tengo ni una de sus producciones en mi colección de cantaste favoritos, y no porque no lo sea.
Fue con Plaza con quien confirme que la receta, o remedio como él prefirió llamarlo, para curar un corazón herido, es simplemente LA RISA. Cuando esperaba una respuesta diferente de Plaza, luego de preguntarle si el “Remedio pal corazón” lo encontró después de una decepción amorosa, este me dijo que la fórmula para encerrar las penas bajo llave y botar el rencor a un tacho de basura, era sencillamente LA RISA. Para cerrarle la puerta en la cara a la amargura, hay que vivir sonriendo.
Quizás suene tonto pedirle a alguien que sonría cuando perdió al amor de su vida por una infidelidad, o que se carcajee porque su novio o novia lo dejó plantado en el altar. Es verdad, suena hasta cojudo aconsejarle a un amigo que cuente chistes cuando un día antes descubrió que quien juraba amarlo, no lo amaba, y aunque tampoco lo odia, lo corta para iniciar de inmediato una relación con otra persona.
Quizá el buen Albertito se equivoque y la risa no sea el remedio para el corazón, pero vale la pena intentarlo. El dolor y el amor son eternos, pero podemos colocarle fecha de caducidad si lo queremos. La risa puede ser una de las formas, aunque claro que existen otras, que cada uno puede aplicar, de acuerdo a cómo la vida los trate.
Con Plaza coincidimos en la admiración al trovador cubano Silvio Rodríguez, a quien generosamente calificó como “el mejor matrimonio entre la poesía y la música”.
Al charlar sobre la inspiración que lo visita al escribir sus canciones, nos dice que muchas de ellas nacieron del amor de pareja, por experiencias personales y ajenas; pero también le ha dedicado algunas melodías a sus hijos. A quienes no les ha podido dedicar una de sus canciones, es a sus padres.
“No le hecho una canción a mi padre ni a mi madre porque no he podido. Me gustaría, pero no puedo. A mi papá porque murió cuando tenía quince años y no quiero regresar a ese tiempo porque me da mucha pena. Y a mi mamá, que siempre alega que le escribo canciones a todos y menos a ella, no lo he hecho, porque hacerle una canción a la mamá resulta muy difícil pues me degustaría caer en la cursilería y en lo común”, comenta.
Con Plaza hablamos de muchos temas que lamento no poder encajar en esta página. Al despedirse de nosotros, y del público en el concierto, nos pide sumarnos a la idea de cambiar el mundo como regalo a nuestros hijos. Sufre que no hayan nacido líderes espirituales, pero sueña con que regresen, como también lo esperamos muchos.

jueves, 7 de agosto de 2008

Los don Juan del hi5...

Las chicas guapas que cuelgan sus fotos en el hi5 ejercitan la vanidad que hasta antes de la invención de esta herramienta parida en el cyber-espacio, lucían con paseos coquetos por las calles a la espera que un piropo aterrice sobre ellas. Son muchas, incontables para ser precisos, las muchachas que espontáneamente cuelgan sus retratos con prendas diminutas, que los chicos alborotados quisieran desaparezcan. Son ellas mismas quienes reciben los comentarios de los inquietos chicos, y se burlan en silencio de las babosadas que escriben.
Los jóvenes se transforman en dedicados poetas con el único afán de ligarse a la chica que se trague el cuento de los engañosos piropos. Pero lo que ellos no calculan es que ellas los leen para mantener el ego o para alimentarlo, pero en ningún escenario posible, para responderles y menos, acordar una cita a ciegas.
Algunos alucinados creen que las flacas de otros países o provincia lejana de su país, van a dejar su vida para tomar un bus, un avión o montarse en una bicicleta y encontrarse con ellos en el lugar donde muy ingenuos las esperan. Otros tantos, alucinan que por ser el galán del barrio, pueden dejarle -entre el bla bla bla de los comentarios- la dirección de su Messenger en hotmail, para que ella automáticamente los agregue y puedan chatear amenamente hasta que ceda a sus encantos cybernéticos.
Cada vez que repaso el hi5 para meter mi nariz en la vida de mis amigos, y de los amigos de mis amigos, encuentro al menos algo distinto. Descubro que Alex -el desempleado eterno- consiguió trabajo, que Marcela está embarazada, que el ex paliducho de Cristian engordó. Pero confirmo además que el hi5 ha despertado en muchos la afición por fotografiarse, aunque algunos, no pocos, no sean fotogénicos.
En el incansable intento por afanar a una chica usando como cómplice al hi5, podrás bombardearlas con halagos creativos u otros que remeden versos arrancados de un poema. Pero casi siempre perderás. Es mínima la posibilidad que anotes cien puntos a través del hi5 cuando tu única meta es ¿enamorarte?.
Aunque el hi5 tiene múltiples utilidades -como almacenar fotos que antes guardabas en el clásico álbum familiar- la que más rescató es permitir mantener contacto con quienes estimas, quieres o amas, y no están a tu lado. Para no perderle el rastro a tu hermano, primo, amigo, enamorada o ex enamorado, tienes al hi5 como aliado. El hi5 no te traicionará aunque lo torturen o bloqueen, pues abraza tu legítima intención de verlos sonreír, porque difícilmente te muestre alguna cara triste.Brindemos porque alguien en algún momento de ocio, inventó el hi5. Pero brindemos además porque nos regala chicas guapas, amigos extraviados y porque nos permite ahorrar en el tiempo nuestra propia vida, hecha fotografía.

domingo, 27 de julio de 2008

Llamada inesperada

Me sorprendió cuando oí la voz de Vianney hablarme al celular. No es que no quisiera hablar con ella, pero entre las posibles llamadas que esperaba ayer, la suya no se encontraba entre las alternativas. Vianny, como solía llamarla durante el tiempo que fuimos enamorados, desaparece y aparece repentinamente de mi vida. Por lo general nuestros encuentros no son planeados, sólo se dan, rompiendo indistintamente la rutina de ambos. El intervalo entre cada encuentro es en promedio de seis meses; es decir, en el mejor de los casos nos vemos dos veces al año.
En esta ocasión, a diferencia de algunas otras en que hablé con Vianny, debo dejar en claro aunque parezca tonto repetirlo, que me sorprendió su llamada. Y es que la flaca, de andar pausado, casi nunca tomó la iniciativa, esperaba que nos encontráramos en el cumpleaños de algún amigo en común, en un velorio, en la combi, en la universidad, o en misa, cuando aún íbamos (ahora no lo hago, ella tampoco).
Lo último que supe de la flaca fue que ingresó a la Escuela de Sub Oficiales de la Policía. La decepción que compró al estudiar Educación Matemática, la ayudó a hacer cálculos y mudarse de un aula de clase a un puesto policial. Aunque traté de entender su decisión, me parecía una locura tirar al tacho de basura cinco años en la universidad y otros veinticuatro meses luchando por conseguir el título profesional.
¿Podemos vernos?, me preguntó en caleta en medio de una frase motivadora. Y fue en ese momento que quedé boquiabierto. La flaca tímida, aquella que huía a los encuentros cercanos, me había pedido vernos. Supuse entonces que convivir con la policía la hizo ver con otros ojos esta vida, la misma que la hizo sufrir, la vida que lloró porque yo lo quise así.
Recuerdo haber estado enamorado de Vianny, o al menos así lo creía a los dieciséis años. Que ella me dijera que aún estaba enamorada de su ex, pese a que chapaba conmigo y acariciaba mi corazón embobado, hizo que me alejara de ella, y que empezara a congelar aquel sentimiento. En realidad fue ella quien se alejó de mí, me choteó, me dijo que no quería volver a verme porque su corazón era de otro, y no mío.
Luego, muy luego, cuando aún creía estar enamorado de la flaca, le propuse volver. Para entonces, ella había disipado sus dudas sobre el tipo que creó el conflicto entre nosotros. Me dijo, y le creí, que ya no lo amaba, y que “podíamos intentarlo”. Atraqué.
El tiempo pasó y los chapes regresaron. Caminábamos tomados de la mano, lejos de cualquier amago malicioso, de esos que luego aluciné pudieron pasar entre ella y yo. Cuando descubrí que mi esfuerzo porque ella se enamorara de mí había fracasado, decidí cortar la relación. Emparejamos el marcador: ya estábamos uno a uno en la pichanga de cortar relaciones.
Para cuando retomamos la relación, ambos ya cursábamos estudios en la misma universidad, pero en diferentes carreras. Fue un aula de la universidad el lugar que involuntariamente sirvió para decirle adiós, y en el que ella increíblemente me pidiera que no la dejara, que se había enamorado de mí, y que la disculpara si por timidez o por tonta, no me decía “te amo” como evidencia de su sentimiento, aquel que ocultaba.
Preferí no alargar la relación, pese a sus lágrimas. “Lo haces por vengarte, te entiendo”, recuerdo con nostalgia que me dijo la flaca. Y es que cuando ella me cortó, lloré como loco, mis diecisiete años no me servían para sortear esta embestida del amor. Ella supo que lloré, y cuando lloró en el aula de la universidad, sintió que aquella era mi venganza, creyó distante a la verdad, que había planeado enamorarla para luego despreciarla, cuando en realidad corté la relación, convencido que ella jugaba conmigo.
La confusión sembrada por nosotros entre nosotros, nos distanció. Algún tiempo después, no recuerdo cuánto, nos encontramos, charlamos, nos besamos y volvimos. En este trajín andamos casi dos meses, luego cortamos y retomamos la relación por cuarta vez en un manotazo de ahogado, que no entiendo por qué acepté. Decepcionado de mi mismo y de la torpeza de Vianny de querer forzar la relación, es que puse hielo entre nosotros.
“...Soy yo quien te deja, pero no porque no te ame”, decía una de las últimas líneas de una carta que me envió. En ese papel decorado con rosas dibujadas con lapicero, la flaca me decía que su corazón no le perdonaba amarme y no ser amado. “Y por eso te dejo libre mi amor”, sentenciaba la carta que firmó con un estremecedor cariño, que aún recuerdo, y que recordé con esta llamada telefónica que ha motivado este nuevo post.
Ojalá y hayan llegado a esta línea. Ojalá y no crean que mi historia tiene que ser la suya. Ojalá y no se convenzan que un amor no puede ser rescatado. Ojalá y Vianney sea feliz como espero serlo yo. Quedé en llamarla antes de internarse a la chamba. Ojalá pueda...

jueves, 17 de julio de 2008

Le quedó grande...

CON VERGUENZA DEBO ACLARAR QUE EL SIGUIENTE TEXTO NO ME PERTENECE. ES DE UN FLACO LOCO Y MELENUDO CON QUIEN COMPARTIMOS EL GRATO PLACER DE ESCRIBIR. HACE ALGÚN TIEMPO ME ENVÍO UN EMAIL CON EL TEXTO QUE AHORA LEERÁN. DISFRUTÉNDOLO, ESTÁ DELICIOSO...
El alcalde chiquito quiere ser grande. Cree que puede llegar a ser presidente porque ha llegado a ser congresista, alcalde de la ciudad y, porque seguramente lee a Cohelo, cree que lo que sin duda le toca es ponerse la banda presidencial en unos años. El alcalde chiquito es un soñador. Hay que despertarlo pronto.
El alcalde chiquito habla gracioso. No dice sí o no, sino todo lo contrario. Dice que no dijo lo que dijo o que lo que dijo lo dijo por decir, lo más probable es que quién sabe. Al alcalde chiquito se le respeta.
El alcalde chiquito tiene dos colores preferidos: el rojo y el azul. Va coloreando la ciudad como un niño va rayando las paredes de su casa. El alcalde chiquito no sabe que Trujillo no es su casa, que es un inquilino nomás. Pinta postes “rojiazules” por doquier, intentó ponerle sus colores al escudo de la ciudad y cambiarle el color al palacio municipal. Si al alcalde chiquito le gusta tanto el rojo y el azul ¿por qué no se alquila un disfraz del hombre araña talla S?
Pero no hay que ser injustos con el alcalde chiquito. El alcalde chiquito “ha hecho plata”, tiene una universidad y un colegio y un canal de televisión y hartos “admiradores”. La universidad del alcalde chiquito, que no es roja ni es azul, lo tiene por todo lados. Su foto “presidencial” se multiplica en las oficinas. Yo también quiero ser vallejiano.
El alcalde chiquito se cree líder, convoca mítines y manifestaciones. Aún no le han dicho sus asesores que los estudiantes de su universidad no son tantos, y que los trabajadores de su casa de estudios son menos. Alcalde chiquito regáleme una gorra, un polito, ya pues.
El alcalde chiquito le “ha parado el macho” al presidente. Lo ha retado a venir a Trujillo. El presidente ha venido a Trujillo y el alcalde, chiquito, le ha dicho que es irresponsable por venir a Trujillo. El alcalde chiquito quiere más Canon, le dan Canon y quiere más presupuesto. ¿Qué será lo que quiere el alcalde chiquito?
Yo quería que gane el candidato chiquito, pero no me gustaba el candidato chiquito. El candidato se convirtió en alcalde y todos celebramos, ya no queríamos ser gobernados por el partido tradicional, ya no queremos.
El alcalde chiquito debe pensar que lo odio, que este es un complot y que seguramente alguien me ha pagado por listarlo así, tan irresponsablemente. El alcalde chiquito cree que todo se soluciona con dinero, perdón, también con becas de estudio. El alcalde chiquito es el abogado de los pobres.
El alcalde chiquito es chiquito. Al alcalde chiquito, el cargo le quedó grande.

domingo, 29 de junio de 2008

Podrías ser tú...

Las arrugas en su piel son medallas de sabiduría. Triunfaron sobre el tiempo, sin embargo recibieron por recompensa el olvido de quienes en tiempos mozos celebraban un amor que ahora profesan a la distancia, entre la vergüenza y el silencio.
Son padres sin hijos, abuelos sin nietos, hermanos sin hermanos. Son ochenta y cinco los ancianos que descansan en el asilo San José de Chiclayo. Ellos a diferencia de nosotros que ingresamos al albergue luego que Sor Justina nos abriera la puerta, ingresaron debido a la indiferencia de su familia que los acomodó en un espacio del asilo.
Durante la hora que nos permitieron compartirla con los ancianos, ellos no disimularon la pena porque sus días se acercan al último adiós, y sus seres -en teoría- queridos siguen como no habidos, como espantados.
Don José Saavedra Medina nos cuenta que casi siempre los acompaña la soledad y cuando no, se acompañan entre ellos, sumergidos en conversaciones añejas, de aquellos años en los que dominaban el mundo con la fuerza que perdieron al comprar arrugas. A este anciano de nueve décadas de vida lo encontramos mientras limpiaba uno de los ambientes de esta casa, su casa desde hace seis años. Dice que tomó la escoba y el recogedor para ayudar a las hermanitas y sentirse útil, pues entiende que sus nueve hijos decidieron internarlo en el asilo por considerarlo incapaz
Al despedimos el abuelito Pepe nos entrega su mano derecha y una frase. Mientras sentimos que la mano tiembla por el parkinson que lo aqueja, le oímos decir que “todo cristiano tiene familia”, y de pronto sentimos el temblor interno cuyo epicentro -nos confiesa- en su corazón dolido por sentirse abandonado.
Sabino Maquera es otro anciano con quien charlamos. Aunque preferiría no saberlo, conoce quién lo tomó del brazo desde casa en Pimentel hacia el asilo, y sufre. Es su hijo -uno de los cinco que procreó- quien tiene por costumbre no visitarlo. Recuerda que al llegar a Chiclayo desde su natal Puno, vendía helados para mantener a su familia, esta que ahora lo desatiende.
Seguimos caminando y encontramos a don Lorenzo Cotrina. Es el primero que nos saluda con una sonrisa. Es el primero que nos reta a adivinar su edad y nos derrota. Mientras celebra su triunfo, nos revela haber cumplido 76 años en este 2008 que en seis meses se despedirá como se despidieron sus hijos que ahora viven en Motupe, cerca de la Cruz de Chalpón a la que reza diariamente por no dejar de sonreír.
Con Miguel nos despedimos de los abuelitos con el deseo que se derrita el corazón congelado de los hijos que quisieron quedarse sin padres, los nietos sin abuelos y los hermanos sin hermanos.

martes, 24 de junio de 2008

Amor eterno?

Hasta hace algún tiempo, poco antes de perderle el rastro, ella le decía a él: te amo. Ayer revisé su hi5, chequé sus fotos y seguía igual de guapa como hace algunos años, pero las palabras de amor que solía oír o leer ya no tenía como destino a mi amigo. Ella, quien también es mi amiga, le decía -en los comentarios del hi5- “te amo” a alguien que nunca había visto, un tipo desconocido, que evidentemente había reemplazado al choche.
No quiero jugar con palabras por mi ánimo absurdo de ocultar la identidad de mis amigos, pero jamás imaginé que ellos terminaran su relación que incluso supuse (¡qué tonto!) terminaría en boda. Podía imaginarme que el día sería noche, que los animales hablarían como en los dibujos animados, que Chávez abrazaría a Bush, que Fidel supla a Benedicto, o que pueda escribir tan igual de bien como Renato Cisneros, pero nunca (lean bien: nunca) que mis amigos se dirían adiós, y menos que saltaran del amor al odio.
Recuerdo el día cuando cada uno por su lado me dijo que había soñado con el otro. Aquella coincidencia me hizo presagiar que el amor sembrado entre ellos cosecharía indudablemente amor. Pero a la larga me equivoqué. Claro, me enteré recién hace poco en un paseo cibernético.
El pánico despertó en mí luego de leer comentarios desbordados de amor, después de repasar de un extremo a otro, frases cariñosas que escondían deseos nocturnos. No concebía que ella ya no lo amara, no entendía por qué él tampoco la amaba. Me pregunté entonces si el amor es en verdad eterno, si las promesas de luchar contra la adversidad rompen nuestros propios miedos, y si la fuerza del corazón no fallece tras un beso.
Coincidentemente después de checar el hi5 de ella, me encontré en el Messenger a quien en un pasado cercano le robaba el sueño. Apareció como si ellos, sin proponérselo, quisieran decirme que ciertamente el amor no es eterno, que es asesinado o se suicida impotente por la mierda que no derrotó.
Él me confesó que se mandaron al carajo, pero no detalló los motivos que los alejó. Tampoco se los pregunté, pues caminaba hacia un ineludible coma clínico. Luego me dijo que aquella fue la mejor decisión que tomó en su vida, que es feliz por haberse separado de la mujer que decía amar, y que públicamente se declaró enemigo de su ex compañera, la misma que lo envolvía entre sus brazos mientras hacían el amor.
Cómo garantizar entonces que el amor no se desvanecerá, cómo tener la certeza que el amor nos acompañará siempre, cómo no suponer que este caso es sólo uno de miles, y que el nuestro puede ser el siguiente.

domingo, 22 de junio de 2008

Busco consuelo

Sé -porque aunque parezca tonto, no lo soy- que la vida tiene por mal hábito regalarte decepciones, pero cuando estas son amorosas, la fuerza para recuperarte por el mal paso, es muy poca ante la arremetida de recuerdos que te bombardean el corazón y el alma. Sé también que este mal rato es temporal, durará el tiempo que quiera; pero mientras interiorizamos que nuestra vida no termina tras un adiós, dedicaremos las 25 horas del día, llorando.
Mientras dejo de llorar por una decepción, me gustaría conocer historias anónimas o con nombre propio, donde me cuenten cómo hicieron para mandar al carajo toda la rabia. Escirbo este breve post como una suerte de invitación para quienes sin conocerme o conociéndome, me regalen la fórmula para no estar depre. Ojalá y pronto lea entre los comentarios una historia que calque la mía, y adjunto a esta, la solución al problema, que por ahora me es esquivo.
Hoy y por mucho tiempo no podré brindar por el amor, por el enamoramiento, por los viajes a la luna, a las estrellas o a donde quieran volar abrazados al ser amado. Hoy busco consuelo, espero su ayuda...

jueves, 19 de junio de 2008

Ellas también son floreras...

Quien ama lucha. Quien ama no huye. Quien ama soporta la golpiza que la vida se empeña en darnos cuando nos aventuramos a entregar la vida propia a quien nos roba suspiros, aprieta nuestro corazón e invade nuestras noches, incluso con los ojos cerrados.
En la vida he encontrado a mujeres (no recuerdo cuántas) que por regular tiempo juraban amarme. No reparaban en compartir la función de galán conmigo. Me decían que sacrificarían todo con tal de estar siempre a mi lado. Ese poder de convicción calcado en el discurso de todas las chicas, ciertamente me cegaban, me transformaban en un hombre pensante en un reverendo estúpido que idealizaba a las féminas.
Meses más, meses menos, y hasta años pasaron para que una a una, en diferentes épocas, me dijeran que otro tipo les gustaba, que agarraron con alguien en una fiesta o que de pronto amanecieron iluminadas y descubrieron que el amor se esfumó. Pero no sólo me convertí en cornudo repetidas veces, sino que pague caro mi estupidez. Creer en las palabras de las féminas floreras me regalaron algunas noches de lágrimas, y otras de arrepentimientos.
Con el tiempo entendí que de nada valía reprocharme la torpeza mía de creer en las palabras de una mujer. Y aunque son ellas, quienes dicen que son los hombres, quienes abusan de su género, he topado con algunas opositoras a esta maltrecha hipótesis.
Con el correr de los días, y después de sentirte morir, comprendes que de amor nadie se muere, como diría el improvisado filósofo y excelente canta autor Gianmarco. Pero además entiendes que ninguna de ellas te amo, como solían gritarlo en silencio, entre las paredes de una habitación, frente a sus papis con quienes cenamos, o con los amigos que seguramente se habrán burlado de ti cuando se enteraron que ella te dejó vestido y alborotado.
Existe una teoría callejera que quisieron forzarla en las estadísticas científicas que por cada hombre existen cinco mujeres en espera de ser conquistadas. Supongo que agoté mis posibilidades, atreviéndome incluso a excederme. Y quizás por eso, tenga que resignarme a mirar la espalda del amor. Pero lo cierto es que ninguna, absolutamente ninguna, me amo, porque fugó... CONTINUARÁ

miércoles, 7 de mayo de 2008

Ups... un año, cino días

Con cinco días de retraso celebro que hace un año me haya animado a abrir este blog, un espacio que ha servido para refugiarme cuando quería llorar, pero también para compartir con los pocos lectores las alegrías que la ingrata vida te empaqueta muy pocas veces para llevar a casa.
Esta es una de las ocasiones que recuerdas una fecha importante, pero postergas festejarla. El último 2 de mayo revivió en mí el recuerdo de aquel primer post, ese donde escribía sobre la ironía del chamba operuano, del canillita, ambulante, grifero, enfermera, bombero y otros más que forzados celebran el Día del Trabajo, como si esa fecha ameritara ser celebrada. Un año después, los deseos de mejorar no mutan, insisten en ser un simple deseo y no una realidad.
De a pocos fui entendiendo por qué abrí el blog. Y es que en un inicio las dudas y el tiempo ajustado me advertían que no era necesario distraerme en lo que pensaban era una bobería. Me animé a comentarle a algunos amigos de la existencia del blog, y algunos pocos obligados por mi insistencia, empezaron a leerlo. Algunos de aquellos pocos se fueron, otros llegaron. Pero aún así lo leían (¿y lo leen?).
Sucesos sin importancia y que pudieron terminar en un comentario bañado de joda con los amigos, de pronto se convertían en tema de un post. Pude constatar que el fin del mundo no se asoma sólo para mí, que los problemas familiares, amorosos y amicales, joden a todos sin excepción. Comprendí que la joda no es racista.
La práctica me permitió extender un post de dos párrafos a otro multiplicado por otras tantas líneas. Me permití retratar el perfil conchudo de un amigo, burlarme del secreto de confesión y revelar algunas historias sepultadas. También ensayé algunas recetas para robar un beso, conté mis encuentros con famosos ahora desaparecidos y pirateé algunas crónicas que escribí para el diario donde trabajo. Pero además pinté con letras la pena de perder a una amiga.
En fin, ojalá y este año que espera nuevos post sepa regalarme historias aptas para el consumo de los lectores de vozdelono. Confío que mis travesuras y las ajenas, alimentarán este espacio que también será ocupado por inevitables lágrimas por un adiós que se asoma venir. No se alejen y lean mi voz que grita y calla... lean vozdelono

martes, 29 de abril de 2008

Chau tía... nos vemos luego

Mucho antes de ingresar a trabajar en el grupo La República, me consumía la curiosidad por saber qué mujer personificaba a la periodista de las páginas deportivas de los diarios de la empresa. Durante mucho tiempo fue una gran interrogante sin resolver. La imaginaba con características físicas distintas, entre una y otra ocasión que la dibujaba imaginariamente en mis ratos de ocio en el colegio inicialmente, y luego en la universidad, siendo aún un novato estudiante de periodismo.
Admito que la distancia entre lo real y lo iluso de mis ideas, me hizo -sin notarlo- desistir a la idea de conocerla personalmente algún día, de preguntarle qué sentía al ejercer el periodismo deportivo, estar cerca de los jugadores de fútbol que yo sólo veía por la tele. Y es que ella, erá la única mujer que en Lambayeque hacía periodismo deportivo, y con una notable capacidad.
Cuando el tiempo había marcado una brecha entre el deseo de conocerla y el trabajo que conseguí al salir de la universidad, la encontré. Pero no lo sabía. Me enteré luego, muy luego. Mi primer encuentro con la mujer que admiraba por sus notas y tácito empeño, cruzó sus pasos con los míos en una comisión periodística distante a las canchas de fútbol o coliseo deportivo, a los que ella solía visitar. La encontré en un colegio, el día que los peruanos elegíamos a quienes ahora gobiernan el país. Como toda la mancha de periodistas, esperaba a un congresista que postulaba a la reelección. Después de sufragar, entrevistamos al tipo. Y ella, estaba al lado -sin saberlo- del chico que había buscado conocerla, y que fracasó en el intento.
Un año después de aquel episodio ingresé a trabajar a La República. Para entonces, las páginas deportivas las escribía otro tipo, uno que lucía sin descaro unos cachetes inmensos. Cuando supuse que la conocería, no pasó nada de eso. Ella no estaba.
Pero claro, no podía quedarme con la duda. Quería saber de ella, qué pasó, por qué se fue, o es que acaso estaba de vacaciones. No pasó mucho tiempo para lanzar la primera pregunta al Chotano, nuestro jefe de Información, quien sin duda sabría responderme. Fue entonces que supe que ella se llamaba Rocío Fernández, y que empezó a trabajar en la empresa en 1995. Era casada, tenía una nena a quien amaba con intensidad, pero que sufría con papí porque su mamá contrajo un cáncer que la alejó de las canchas para hospedarla en insoportables habitaciones de hospital.
La conocí al fin, pero por una descripción genérica que me dejó conmovido, porque la mujer que pinté desde niño en mi cabeza, estaba enferma. Luego el Chotano me enseñó algunas fotos donde ella lucía cabello largo, cabello que perdió producto de las quimioterapias a las que era sometida para vencer el cáncer. Después de meterme sin permiso en la vida de una persona que no conocía, me limité a oir los comentarios que hacían sobre ella, entre recuerdos de los primeros años del diario, hasta su celebrada mejoría.
Pasaron -calculo- seis meses desde que ingresé a trabajar a La República, cuando por algún motivo, de esos que te empujan a hacer cosas inexplicables, llegué temprano a la redacción del diario, costumbre impropia en mi rutina periodística. Al cruzar la primera puerta, como siempre busqué el saludo de don Abelito, amigo dedicado a hacer la limpieza en la empresa, pero no lo encontré. Mientras subía las escaleras, leía el diario que distrajo mi mirada, y evitó que al ingresar al ambiente de la redacción, la viera.
¡Hola!, me dijeron en coro una voz extraña y otra conocida. Era don Abelito, acompañado de una mujer de cabello corto, que supuse era algún familiar suyo, o alguna persona que buscaba algún periodista para denunciar alguna maldad. Con don Abelito acerté, pero con aquella mujer no. Su rostro posado ante mis ojos era distinto al de las fotografías que me mostró el Chotano. Mi torpeza me impidió advertir que ella era quien busqué y no encontré.
¡Hola Chotano!, dijo ella, dejando escapar en un fuerte abrazo la alegría encarcelada en los cuartos de hospital. ¡Hola vieja!, respondió el Chotano con inusual alegría devolviendo el cariño desparramado alrededor suyo. ¡Hey tío, ella es Rocío!, dijo el Chotano, dirigiéndose a mí, que de pronto me vi asaltado por la incertidumbre. Cuando reaccioné, sólo respondí con un saludo embobado que coqueteba con lo estúpido, a la reincorporada Rocío.
Con el tiempo llegué a tratar a Rocío, que permitió la llamara Chío, como diminutivo a su nombre que por años me acompañó sin un cuerpo visible. Conocí de cerca su caso, a su esposo y también a su encantadora nena. Mi irremediable costumbre de llamar a todos "tío" o "tía", aunque estos no lo fueran, hizo que la llamara igual a Chío. La Tía Chío me regaló ratos que prefiero no contar, pero que en esencia fueron deliciosos, por la lección de vida, y por las ganas rebeldes de no querer despedirse.
Algún tiempo después, no puedo precisar cuánto, Chío regresó a los hospitales que odiaba y amaba porque le quitaba horas con su familia, pero le permitían aún estar con ella. Con los chicos en el diario, organizamos una chanchita para ayudar a la familia de "la vieja". De pronto, las visitas al quirófano se hicieron un mal hábito para los médicos que la trataban. Chío luchaba, pero caminaba a paso lento.
Hoy por la mañana, una llamada telefónica, interrumpió una reunión que los periodistas teníamos con el editor. La cara del Chotano nos adelantaba segundos antes que lo dijera, que aquella era una mala noticia, que el titular del diario se teñiría de tristeza. ¡Murió Chío!, nos dijo, empujándonos al silencio y a los recuerdos que cada uno guardaba con ella.
Decidí escribir este post antes de ir al velorio de Chío. Supongo, y no porque sea una regla fúnebre, que algunas lágrimas caerán, y con las mías, las de los chicos que convivieron más tiempo con ella en aquella sala de redacción que la extrañará. Chau tía... nos vemos luego.

lunes, 21 de abril de 2008

Manu, la fregaste...

Gusto ser fanático de Alianza Lima, porque de pequeño la pierna zurda de César Cueto me reclutó a la tribuna de club blanquiazul. Recuerdo que un tío mío planeó convertirme en hincha del club que decía adorar cuando apenas había cumplido ocho años. Me sobornó con chocolates para que observara un video cuyas imágenes dejaban ver a Cueto haciendo travesuras a fines de los setenta con un negrito que luego me presentaron como Teófilo Cubillas.
Luego de ver las genialidades de Cueto era imposible negarme a la invitación de mi tío. Me interné en el mundo grone sin pensarlo dos veces, convencido que aquel era el mejor equipo del mundo, que ningún contrario podría vencerlo, incluso cuando los jugadores no eran los mismos.
Ser hincha de un equipo de fútbol te ciega, te hace perder la objetividad, pues crees que los once jugadores que visten la camiseta del club que sigues, son lo máximo. Lo demás, presumes en medio de errores, son los perdedores.
He enfrentado desde mis inicios como hincha blanquiazul a un sin numero de opositores, que -equivocados- son barristas frustrados de algún otro equipo. Las broncas más ácidas se dieron entre mieles y ajos, con los muchachotes de la U, o sin masticar, de Universitaria de Deportes.
Llamar a los cremas, gallinas, era un insulto imperdonable para quien lo pronunciara. Más de mil veces he llamado gallina a quien tildaba de cagones a los grones. Pero ahora, no puedo. Estoy contra la pared. Tengo un cuchillo pegado al cuello, y un dilema sin resolver.
Trato de desprenderme del apasionamiento que fabrica las intensas y típicas broncas entre equipos de fútbol, porque hace poco, Manu, mi hijo de apenas cuatro años, me confesó que pese a mis esfuerzos por convencerlo, no sería hincha de Alianza Lima. Me robó todo consuelo, cuando le pregunté si sería hincha del Aurich (equipo de nuestra tierra: Chiclayo) o del Manchester United, y me dijo que no, que había decidido -no sé por qué- en convertirse en hincha de la U.
Cegado por la euforia infantil, Manu no se conformó con patearme y decirme que no me acompañaría a ser aliancista, sino que descarado, me exigió con su carita de ángel que le comprara un polo crema con una U envuelta en un círculo pegado en el pecho. No tuve salida. Fingiendo que celebraría la compra tuve que asentar.
Al despedirnos alucinaba los clásicos entre la U y AL. Imaginaba los días en que con Manu apoyaríamos a los equipos que seguimos, en el mismo sofá, pero en extremos opuestos. Frente a la tele, Manu haría su propia Trinchera Norte, mientras yo, simularía estar en el Comando Sur.
Ayer -después de simular pesadillas- hice algo que siempre descarté, incluso en algún arrebato de locura. Pese a tener frente a mí decenas de polos trazados de líneas azules y blancas, compré una camiseta de la U. Pagué por un polo del antagonista. Me convertí en un traidor a la familia aliancista.
El único que celebró la traición fue Manu. No tardó en vestir el polo crema y recompensar el mal rato de su padre, envolviéndome con sus brazos delgaditos, y besándome sin descanso en las mejillas. ¡Gracias papi!, me dijo, después del bombardeo de caricias.
Esta es la única ocasión en la que camuflado aplaudo que alguien sonría por ser hincha de los cremas. Pero esta no será la única vez en la que abrace a los clásicos rivales... ¡Arriba Alianza!

viernes, 18 de abril de 2008

Por flojo perdemos

Esta es la segunda crisis de achorado que me invade desde que abrí el blog. Hace algún tiempo abandoné este espacio arrendado en la web por eventuales distracciones mezcladas con alguna responsabilidad de la chamba. Sin notarlo, marqué distancia entre el teclado y mis dedos. Provoqué que la simpatía entre estos se transformara en tedio, producto del cansancio comprado en el día luego de redactar y editar las notas del diario.
Un mes y un día después del último post, regreso a casa, aunque no muchos celebren esta decisión. Pocos, casi nadie, me preguntaron después de la segunda semana, por qué decidí de pronto alejarme del blog. Como la pregunta me tomaba de sorpresa, la respuesta era vaga, casi incomprensible. “Me da flojera”, respondía en mi defensa.
Incluso, quienes siguen de cerca el blog (sacrificio que agradezco), me proponían temas que surgían de repente para convertirlo en un post. Pero la flojera acomodada en mi espalda rechazaba toda propuesta, por más interesante que esta fuera. Chicho, lanzó alguna idea que olvidé, pero recuerdo que era cómica. Mary, por su parte, ensayó un pedido a favor de leer el blog, o en su defecto, de oír la vozdelono.
Haciendo un símil con la vida nuestra, la flojera nos aísla, nos encierra en un mundo que no es el nuestro. Sucumbimos ante el cansancio y perdemos espacios con la familia, con la pareja, con los amigos, con el blog. Ser flojo es tan peligroso como ser un ladrón, porque nos robamos momentos felices, y asaltamos la alegría de quienes no aman para pisotearla sin piedad.
Hay que equilibrar la balanza. Tenemos derecho a ser flojos tras una dura jornada de trabajo, sobre todo cuando los jefes nos putean. Pero no podemos sacrificar la felicidad ajena por lucirnos como holgazanes, descansando en excusas tontas, huecas.
Hoy, al igual que los últimos 31 días me siento cansado. Y aunque confieso que la flojera que rogaba no escribir este post, no podía seguir apresado. Vuelvo sin haberme despedido, mismo Hijo Pródigo. Regreso a vozdelono, con la promesa de desprenderme de la flojera y abrazarme al placer de escribir. Mañana, el primer post del reencuentro...

lunes, 17 de marzo de 2008

NO ADMITIDO

No puedes dejar de sonreír si te posas frente a la cámara de un gráfico de diario o de portal web que además de apellidos compuestos y acomodados, aspira a capturar rostros bonitos, que no espanten. No importa si te toman de sorpresa, o espontáneamente te prestas a que el flash reviente sobre ti. Lo importante es salir bien. Y si no eres fotogénico, aléjate, no te acerques a los gráficos, porque sin quererlo serás el punto de atención de tus amigos, pero con comentarios jodidos, hirientes, que maltratan tu vulnerada reputación. En este escenario, no hay blindaje que sirva.
¡Asu, ves la nariz de Pepe!, ¡Qué tal panza la del Chicho!, ¡Ay hija, a la Maricucha se le cayeron las tetas, pobre de su marido!, ¡Escándalo, Paola usó la misma ropa que la última vez!, ¡Coco llegó con su nieta, ¿o es su nueva conquista?!, ¡Un cholo en sociales. Ahhhhh!, y muchas frases de este calibre se dejan oír si es que estos son lectores de diarios fichos, con nivel A-1, como la conserva de atún.
Para llegar a este cuadro se hace de todo. Las chicas, menean sus caderas y lucen prendas diminutas y provocadoras para atraer la mirada del gráfico; mientras los chicos, se acomodan al lado de las damas para no ser excluidos del retrato que saldría en la página más vista del diario, superando de largo a los accidentes mortales en la sección policiales, las opiniones políticas de una sarta de fanfarrones, y los show de nuestra descolorida farándula.
Escribo este post porque coincidí en el camino de las decepciones con un compañero de trabajo. Don Abelito limpia las oficinas del diario donde trabajamos desde las 5:00 de la mañana. Hace no mucho me contó que le había pedido al encargado de seleccionar los apellidos pitucos que rompiera las reglas e incluyera el nombre de su hijo, su esposa y sobrina, que en desmérito de aquel tipo, pagaban la pena de apellidarse Estela, Chanamé y Chapoñán. Pero el muy baboso, no lo hizo, y don Abelito se quedó sin cumplir con una promesa, pues le dijo a su hijo que haría el esfuerzo porque aquella gráfica se publicara.
Yo, por mi parte, quería que mi hijo saliera en la página, retratado en su primer día de colegio. La historia se repitió. Descubrí que mi apellido, como el de don Abelito y sus familiares, no merecían ser incluido en la leyenda de una foto de sociales, porque donde trabajo sólo consignan mi identificación en las notas que escribo, para librarse de toda responsabilidad y chantarme todo el chongo a mí, en caso lo hubiese.
Manu, mi hijo, no apareció en la página de sociales del diario donde trabaja su papi, porque al expediente de solicitud (mismo banco) le plantaron el sello de “NO ADMITIDO”.
Con don Abelito cambiamos la ruta y giramos hacia otros diarios, que en teoría son competencia, pero en la práctica, son solidarios con quienes somos desamparados en el afán de querer ser retratados, a fin de alimentar los buenos recuerdos. Nuestras fotos se publicaron a blanco y negro en una página libre, donde el apellido no importa, y alejados del descolorido diario que aún nos acoge como trabajadores choteados.

sábado, 15 de marzo de 2008

No fue lo mejor

¡Puta mare Miguel, envía las fotos carajo!, le decía al gráfico por teléfono, cuando restaba menos de media hora para poder tomar el último bus que me llevaría a una comisión importante.¡Ok, gordo, estoy llegando a Chongoyape para enviarlas desde una cabina de internet!, me respondió con una voz cansada porque había caminado varios kilómetros para poder fotografiar los restos de un helicóptero que cayó y a los cuerpos de la tripulación que viajaba en esa nave.
En el lugar del accidente no había ningún punto de internet que haya facilitado al flaco enviarme las fotos rápido. En las montañas no encontró una cabina de internet. Tenía que caminar tres horas y otras tres en auto. Los minutos pasaban. Y cuando traté de ver la luna por la vemntana de la redacción para consolarme y no desesperarme, la inoportuna lluvia terminó de arruinarme el día, y el siguiente también. El chapuzón cubrió la luna y liquidó toda esperanza de viajar.
El reloj marcaba diez minutos después de la hora que debía viajar hacia aquella comisión. Y yo, continuaba esperando las fotos de Miguel con quien perdimos comunicación. De pronto, las fotos aparecieron en la bandeja de entrada. Las seleccionado y listo. Para entonces, tenía de retraso media hora. Sin embargo tomé el primer taxi que se cruzó frente a mi luego de salir corriendo del diario.Al llegar al lugar donde me esperaría el bus, este no se encontraba.
La lluvia continuaba y lloraba conmigo porque perdí lo que debía ser imperdible. Caminé bajo la lluvia. Por la ranura de la planta del zapato se filtraba el agua que seducía a mis medias y aceleraba un resfriado. Por fuera, la camisa y el pantalón se ceñían a mi cuerpo, empujados por el agua que caía con fuerza. Mientras me alejaba del terminal, un amigo a quien encontré en una esquina de barrio, me dijo: kizá fue lo mejor... No es verdad.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Encontré a la virgen


Después de verla por primera vez, la encontré en una combi, donde la miré con disimulo. Hace poco, la volví a ver sujetando un micrófono de un canal de tv, y recordé que ella me confesó que estudiaba periodismo. Retrocedí en el tiempo y la vi vestida de Virgen María en una escenificación por Semana Santa. Busqué en mi archivo en el diario y encontré en la carpeta del 7 de abril del 2007, el texto que ahora les presento, porque fue uno de los que pese a ser el autor, me conmovió por el realismo con que jóvenes actores presentaron las últimas horas de Jesús ante los ojos de los católicos.


VALIENTE CAMINO A LA CRUZ

· Sencillamente exquisita fue la puesta en escena de los minutos previos a la muerte del Mesías por 120 actores de la comunidad juvenil cristiana de Reque. Provocaron sentimientos encontrados, que coincidían en las lágrimas de los cientos de feligreses que participaron. Las familias recanas postergaron las tradicionales películas de semana santa por ver a los protagonistas locales. El profesionalismo de los jóvenes actores dejó sorprendido a más de uno.

Antonio Bazán Chero. Chiclayo

Me permito escribir en primera persona para confesarles que estoy temblando. Acabo de regresar de Reque donde las calles del distrito calcaron las calles de Jerusalén en un episodio que azotó a los católicos. Vi a un hombre delgado maltrecho, de barbas largas, pero con una mirada llena de fe. No es un invento, juro que tengo el cuerpo escarapelado, y los ojos llorosos, como muchos que compartieron conmigo la mañana del viernes santo.
De niño me dijeron que un hombre con estas características se llamó hace mucho tiempo Jesús y murió por decirle al mundo que era hijo de Dios. Aquel hombre que observé en Reque era el Mesías parido en Nazareth, interpretado por el actor Víctor Caro Aquino, envuelto en cadenas y sacudido por soldados romanos. “Vitucho” estudia electrotecnia y le apasiona el teatro, así como los 120 actores recanos que conforman la comunidad juvenil cristiana del distrito, y que ayer exhibieron su delicioso arte.
Luego de esquivar la multitud, ingresé a la parroquia San Martín de Thours. Entre los murmullos oí que a la medianoche, Judas, discípulo de Jesús, lo traicionó entregándolo a los sacerdotes, besándole en la mejilla. Me camuflé entre la muchedumbre y noté cómo el Consejo Supremo de judíos encabezado por el sumo sacerdote Caifás juzgaba al Mesías.
Al tiempo que los romanos lo arrojaban al piso para azotarlo con látigos de púas, los sacerdotes en el Sanedrín (tribunal) llamaban a Cristo, insolente y miserable, por decirles que nació para salvar al mundo, incluso a ellos, que perdían autoridad ante la población. ¡Hey, esperen!, les decía a los verdugos del salvador, pero mi voz se perdía entre el grito de aquellos que exigían la muerte de Jesús. Sin ser azotado, sufría, en verdad me dolía. Oír el sonido provocado por las patadas y latigazos era estremecedor.
Me preguntaba si era justo que lo sentenciaran por blasfemo y lo enviaran al procurador romano Poncio Pilatos para que ordenara su crucifixión. Me resistía como Óscar Martínez que interpretaba a Pilatos, a sentenciarlo. Me negaba a verle doblar sus rodillas, porque él nos salvaría. Porque resucitar a Lázaro, convertir el agua en vino durante las bodas de Cana o reproducir en miles, un pan y un pez, no era pecado, eran milagros.
Judas se ahorcó como un cobarde, huyendo de la vida eterna que Cristo le ofreció y que no aceptó por recibir diez frías monedas de plata.
Aunque era capaz de mostrar su poder ante Pilatos y los fariseos, Jesús cayó. Mantuvo oculto a su ejército divino que fácilmente lo hubiera liberado, incluso cuando compareció frente a Herodes, pues Pilatos lo envió ante él por ser de Galilea.
Debo confesar que me ahogue en la impotencia, cuando Pilatos se lavó las manos, mandó a crucificar a Jesús y liberó a Barrabás. Este era un pedacito del sentimiento de todos quienes vimos el sacrificio del Nazareno.
Antes de ser llevado a la cruz, el salvador fue azotado por los implacables soldados romanos. Su sangre salpicó a los periodistas que cubríamos la escenificación, y veíamos indignados un acto saturado de injusticia. Gritaba como hombre, pese a ser Dios. No clamaba ser liberado, porque prefirió entregarnos una lección de valentía, enseñarnos que la fuerza de nuestra fe nos lleva a la cruz para saltar a la felicidad.
Las gotas de sangre que se deslizaban por su rostro, eran producto de las heridas que dejó la corona de espinas que sus verdugos, parodiando ser sus súbditos, le colocaron sobre la cabeza. A María, la madre de Jesús, le atravesaban el corazón con una espada, y lo confirmó su intérprete Angélica María Castañeda Barbarán al decirlo de rodillas ante el Mesías que empezaba a cargar la cruz. La cara de la virgen dibujaba su dolor, su voz dejaba oír la pena por perder a su hijo, y sus palabras una imperdible enseñanza de sacrificio.
La interpretación de Angélica María fue estupenda, cuando vestida de virgen, entregó a su hijo. No dudo que sus palabras fueron las que utilizó la mujer que parió a Cristo al verlo soportando el peso del madero. No dudo que las lágrimas de la actriz fueron las que María derramó al perder un pedazo de su vida.
Aunque Simón el Cirineo le ayuda a llevar la cruz y La Verónica limpia su rostro, Jesús caía una y otra vez en el camino al monte de Los Olivos, pero se recuperaba para caminar con la firmeza de su predica, del amor que abraza a los cristianos. Al llegar al fin de su calvario y el inicio de la vida eterna, Cristo es despojado de sus vestiduras y clavado de manos y pies, sobre el madero tallado de nuestros pecados.
En la cruz, pidió perdón por quienes le roban la vida corporal, entregó a su madre al mundo, compartió su sed de amor, y suspiró para despedirse temporalmente de los cristianos. Un hasta pronto que se decoró con el aplauso de los devotos que asistieron a la escenificación.

domingo, 9 de marzo de 2008

Desigualdad de género...

¿Es justo y necesario celebrar un día por cada genero?. Me lo pregunto porque ayer en el mundo, algunos, no pocos, celebraron el Día Internacional de la Mujer. Lo hicieron confundidos en un abrazo confuso, obligados porque alguien intitucionalizó esta fecha como la que las féminas debían sentirse orgullosas por ostentar este genero, como si fuera un título nobiliario. Le dedican veinticuatro horas en el año, cuando fácilmente pueden dedicarle los 365 días y hacer que cada uno de estos sea especial. No faltaron las llamadas telefónicas o los email llenos de frases prefabricadas, saludando a mamá, a la novia, la esposa, la amiga o la chica a quien algún galifardo quien caerle.
Pero, "por qué no se celebra también el Día del Hombre", inquirirá algún defensor de nuestro genero, molesto por la desigualdad de género que irónicamente dicen ataca a las mujeres, cuando esta celebración demuestra lo contrario. Las mujeres son homenajeadas porque algún tiempo atrás descubrieron que algunas de ellas son luchadoras, perseverantes, que valen oro. Pero algunas otras valen menos que nada y son aplaudidas por la misma razón que el primer paquete.
Los hombres también son luchadores y pueden valer oro, pero además tienen el don de ser m...da. No importa el género, sino la persona, para valorar que esta existe, que está entre nosotros. Las mujeres pueden ser tan detestables como los hombres, aunque las primeras traten de blindarse en la nobleza de su género, que debo decir no es exclusivo de ellas. Las feministas dirán que los hombres, y no las chicas, son por naturaleza los malos de la película grabada en un escenario distinto, de acuerdo a los ojos con que se miren.
Vale celebrar el día de tu cumpleaños porque festejas un año más de vida, rescatando las alegrías y suprimiendo las penas. Pero por qué celebrar el día de la mujer o el hombre. Acaso existe algún otro argumento que las bondades que se esgrimen también en el Día del Padre y la Madre. Entiendo que no. El día del Niño, del Trabajo, del Campesino y otros más, pienso, son inventos innecesarios, paridos en un rato de ocio.
Este post no trata de minimizar el valor de la mujer, porque existen dos a quienes amo incansablemente, dos mujeres por quienes canjearía mi vida siempre que ellas sean felices. Pero esta fecha confirma que existe desigualdad de género, y las víctimas son los hombres porque quedan postergados. Hoy, un día después del reventón de las chicas, también celebro que ellas existan. No es justo encasillarse un solo día para homenajearlas, pero sí es necesario recordarles cuán importantes son para nosotros, claro si en verdad lo valen...

miércoles, 5 de marzo de 2008

Primer día sentado

Prefiero sudar bajo el sol que nos quema a diario y latear en busca de notas periodísticas, a ser quien dé las comisiones sentado durante el día en una sala de redacción pasiva, distante a la velocidad y el calor con el que se trabaja en la calle donde el aire acondicionado no desprende este friecillo que me confirma lo gélido de mi primer día de trabajo como responsable (no soy jefe, son boludeces) de información del diario donde hace un año y siete meses decidieron contratarme. Después de idas y vueltas en la compañía, y ante la renuncia de una ex compañera, es que los jefes decidieron sentarme. No están banqueándome, pero si alejándome de la calle, pidiéndome que asuma la chamba que era de la Chuki.
Posiblemente este sea un diminuto logro en mi carrera como periodista. Dejando la exageración, diré que es sólo un paso más en este camino empedrado y fabricado de retos. Lo cierto es que permanecer alejado de mis fuentes periodísticas, del correr para treparse de una camioneta que nos llevará al notón del día, de joder con los colegas y algunos amigos, me entristece.
Me consuela saber que este trabajo es flexible, que podré regresar a la calle a latear y sudar al menos tres de los siete días de la semana, eso en el mejor de los casos. Me alegra saber que mis pocos amigos en el periodismo comparten lo que se supone debió arrebatarme una sonrisa producto de la felicidad por haber escalado.
Debo coordinar las comisiones y monitorear a los chicos, mis compañeros. La misión consignada es facilitarle el trabajo a los muchachones y complicar el mío. Ellos en la calle deben tener servidito, como lo hacía la Chuki, todo lo que necesiten para hacer bien su chamba y evitar las quejas. Si alguien necesita de un gráfico, yo lo consigo. Y si necesitan dinero para movilizarse al fin del mundo, también lo consigo. O si quieren confirmar un dato recogido en la calle, debo hacerlo también. Y así un huevo de cosas que van surgiendo en el día a día.
Hoy trabajé directamente con el editor. Seleccionamos las notas importantes que serían publicadas en la edición de mañana. Editamos las páginas después de recibir durante la tarde los textos, y coordinamos las fotografías que acompañarían la nota, de tal forma que ambos comulgen en un solo espacio.
Extrañé a los chicos: al chicho, la china, la pecas, al chipinopo, la chiva, y claro a los gráficos que me acompañan en la lateada diaria. Ojalá ellos también me hayan extrañado. ¿Que hay de novelas?, les diré con singular placer cuando los vea... Hasta ese día chicos, espérenme...

jueves, 28 de febrero de 2008

Por razones personales...

Está frente a mí. Mañana ya no estará en el mismo lugar donde la veo ahora mientras escribo este post en la redacción del diario. La Chuki decidió partir de la chamba por razones ocultas pero que se vistieron con la excusa de siempre: "Se va por razones estrictamente personales", le oímos decir los reporteros al editor. Ya no me dará las comisiones para hacer durante el día. Ya no sonreirá con disimulo después de un chiste rojo. Y es que ella con su silencio contenido por la arremetida de una carcajada, marcaba la diferencia cuando la redacción del diario se convertía en una alborotada aula de colegio secundario.
"¡Mary la cinco!", dice triste la Chuki porque al parecer es la última página que edita y pasa al corrector para que asesine las faltas ortográficas de los humanos periodistas. Son las 8:30 de la noche y el cielo oscuro le dice asomándose por la ventana que le falta poco para despedirse y llorar en silencio, o si quiere con nosotros, abrazándonos y diciéndonos que nos extrañará.
La Chuki renunció, no la despidieron. Y lo hizo porque respeta su profesión. No puedo seguir relatando las verdaderas razones que indagé tras arrebatárselas a una amiga en común de la redacción, pero lo cierto, es que se va por la puerta grande, con palmas de quienes celebramos su trabajo, pese a la diferencia de opiniones que nos hizo enojar en algún momento.
No recuerdo el año y menos el mes de ese año en que conocí a la Chuki, pero recuerdo que yo aún estudiaba periodismo y ella ya lo ejercía en otro medio al que realizaba mis prácticas, cuando cruzamos las primeras palabras. Luego nació la confianza, permitiéndome incluso que le inventara un pretendiente que canceló con su desprecio.
Cuando dejé de ser practicante e ingresé a trabajar con la Chuki en este diario hace un año y siete meses, nuestra relación amical y profesional se nutrió con charlas interesantes, censuradas al aburrimiento. No sólo era la chica que me dictaba las comisiones periodísticas, sino la periodista con quien aprendí a pulir mi redacción, arrancándole parte de su estilo.
La Chuki se va, pero veo en su cara pintada de pena que no quiere cortar siete años y siete meses de trabajo en esta empresa. Veo, mientras anota las comisiones para mañana que le envía por email al editor, que quisiera no irse. Veo también en sus ojos chinitos que recuerda en medio de estas paredes los momentos en que ella vio partir a otros, alistándose para decirnos adiós.
Hace poco se fue la peke, hoy se va la Chuki, algún día me iré yo, y antes, quizás se vayan otros. No hay ley vigente que oblige a entristecernos durante las despedidas, pero es inevitable cumplir esta norma de la vida. ¡Chau Chuki, cuidate!, le digo antes de ver su espalda desaparecer tras la puerta por donde la vi ingresar alegre muchas veces. ¡Chau chicos!, sentenció...

martes, 26 de febrero de 2008

No tiene competencia

El amor platónico que me inspira Italia por la belisima Venecia, la majestuosa Roma y el recuerdo de chibolo de la Cicciolina, terminó hecho trizas con la opinión de un tío parido en esa tierra y a quien pese a ser fanático de Alexander Del Piero y Franccesco Totti no le perdono que opinara en base a nada, sentado en el vacío de la cómica deducción. Aunque no parlo italiano, pude enterderme con quien provocó mi enojo durante la mañana en una comisión periodística que debió terminar en paz, y no en medio de bronca.
"Hola, somos de LR", le dije al italiano al presentarme con mi compañero, el flaco Shagy, como reportero y gráfico del diario donde aún nos toleran. Los primeros quince minutos me sentí atraído por las ideas interesantes que deslizaba en la entrevista que giraba en base a proyectos arqueológicos. Olvidé decir que el sujeto en cuestión y a quien encontramos en el complejo Huaca Rajada en Sipán, es arqueólogo y dicta cátedra en la Universidad de Milán.
La conversación de prontó giró y ya no hablábamos de la Ley de Turismo que había marcado la agenda política durante la semana por el paro regional de Cuzco, sino de una señorona que es dueña de otro diario de circulación local y que en el 2005 fue mi jefa. Al tío se le ocurrió sacrificar la entrevista que me esmeré por recuperar, para hablar de esa tía cucufata, y de las publicaciones que le dedicaron en viajes pasados a Chiclayo.
Por no mostrarnos poco gentiles, con Shagy decidimos no interrumpir la charla con el italiano. Y toleramos que nos contara de la señorona que fue congresista en una época no tan lejana. Pero la gentileza estuvo a punto de irse al carajo, cuando este tipo en lugar de agradecernos por haberlo soportado, nos dijo en buen romance que el flaco y yo, y todos los que trabajamos en el diario de los MLL, simplemente somos nada.
¿Ustedes trabajan en EC o (mencionó el nombre del diario de la amiga cucufata)?, nos preguntó el reverendo pendejo cuando le habíamos aclarado que éramos de LR. El silencio de nuestra respuesta, lo empujó a concluir que trabajábamos para EC.
"EC no tiene competencia", nos replicó con frescura. Para él, en el Perú, sólo existían EC y el diario de su amiga, porque el muy tonto sólo leyó esas ediciones al estar en el país. ¿Y LR sólo cubre información de Chiclayo?, insistió, después de repetirle nuestra presentación cuando nos alistábamos a despedirnos.
Es cierto que EC es un buen diario, pero LR también lo es. El italiano no tenía derecho a maltratarnos como lo hizo, nos mandó al sótano de la mediocridad sin que fuéramos mediocres. Prometió que leería LR, y aunque posiblemente cambie de opinión, mostró que la ignorancia también jode. Italiano hdp...