lunes, 24 de diciembre de 2007

Email a la luna


De: vozdelono
A : luna

Tu nostalgia es mi nostalgia, pero no lo sabes, o prefieres no saberlo. Tu dolor nació el mismo día que el mío. Tus lágrimas brotaron sincronizadas con el desliz de mis ojos. Mi corazón cayó al abismo sujeto al tuyo cuando nos accidentamos en la vida. Este posiblemente sea el último email que te envío, es el email que querías leer escondida tras el monitor.
Te pido no me llames por teléfono porque tampoco lo haré. Te ruego no me ames porque te convencerás -aunque lo refuto- que no te merezco. Te suplico no te olvides de olvidar. ¡Basta yaaaaaa!.
Llegará el día en que te enteres de una verdad que prefiero reservarla para el tiempo. Es una verdad que será contada a medias, entre cálculos matemáticos forzados, por quienes no conocen mi verdad. Te imagino diciéndome palabras agrias pero no quiero escucharte porque el dolor será el mismo en silencio.
No debo autorizarte a crear historias ajenas a la verdad porque lo harás. No quiero explicarte nada porque mis palabras se vestirían de excusas absurdas, de floro. Ya nada es necesario, nada. El camino por donde andamos alguna vez fue dinamitado por ambos.
No me llames para contarte la verdad que para ti será mentira. No quiero convecerte que mi mentira se convierta en verdad. No quiero consolarte porque igual sufrirás como lo hago en medio de otra verdad, posiblemenrte florera para ti.
Busco en el teclado la H y voy tras la L y la repito, L. Salto hasta la Y y termino la escursión en el teclado por la R. Entre mi verdad y la mentira, HLLYR falleció en una noche de luna llena.
Adiós reina, adiós...

domingo, 23 de diciembre de 2007

Campeones porque los dejaron vivos

¡Gooool mierda!, gritamos al unísono en la tribuna sur al ver como el chato Nima empataba el encuentro de un zurdazo, luego que el loco Lalopú abriera el marcador y el camino al cielo de los chiclayanos privados de triunfos. El Aurich de la "Pepa" Baldesari regresó a primera tras varios y llorosos intentos fallidos. Este equipo vestido de rojo volvió a soplar con fuerza como el ciclón que corre en el Estado Elías Aguirre.
¡Campeonamos carajo!, gritamos al final de la tanda de penales en sur y en el resto de tribunas donde se mezclaron misios y fichos. Y aunque no jugamos el encuentro donde la Pepa puteó a medio mundo, nos sentíamos parte del triunfo, ese que se escondía cada vez que el Aurich se asomaba a la Copa Perú.
Mientras veía celebrar a Exar Rosales, Peter Díaz, Jhony Lalopú, Ronald Quintana, entre otros jugadores de esta generación ganadora, recordaba a Jhonny Mujica, Lucho Guevara Tinoco, Adrián Torres, Daniel Valderrama y toda aquella casta de mi infancia que derrotó al Aurora de Arequipa en 1993 y que vi campeonar por televisión en las añejas transmisiones de Alberto Beingolea en un canal fallecido y resucitado.
Ayer preferí ver la final del torneo desde la tribuna y no desde la cancha como solía hacerlo en los encuentros previos donde también gritamos en la voz de Baldesari. Compré entradas para Oriente, pero como la tribuna se copó tuve que correr con mi viejo a la tribuna Sur, donde la barra roja saltaba, gritaba y puteaba al equipo que nos llevaría a la gloria.
Me alegra que la Pepa cumpliera su amenaza de campeonar. Al iniciar la semana lo oía decir que el Sport Aguila pudo matar al Aurich si anotaba un tercer gol en Huancayo, pero su error (al mismo estilo del protagonista de una peli de acción) es haberlos dejado vivos. Contra la adversidad, el Aurich campeonó. Dos pepas que pudieron ser tres y que habrían dopado a los huancainos, pero nos largaron hasta los penales porque en los 90' un cabezazo de Pipo Gonzales chocó en el parante que el arquero contrario Carrero besó agradeciéndole por el favor de no verlo caer. Es cierto Pepa, tus fieritas -aunque los hirieron- son Campeones porque los dejaron vivos. ¡Arriba el Ciclón Carajo!... Gracias Seco por la foto

Copia en navidad

No era igual, pero se besaban como nosotros lo hicimos en la puerta del colegio donde no estudiamos pero secuestramos para atrapar los primeros segundos de nuestro amor, aquel que ahora este blog sabe tolerar porque el mundo -y posiblemente yo- me lo arrebataron.
Ella, una chica guapa, y él, un tipo agraciado. Aunque las diferencias físicas distan a las nuestras, estos muchachones remedaron sin quererlo aquel segundo beso, el que se amarró a la cadena de besos que iniciaron en el paradero a casa.
Me pareció gracioso que la vida calcará episodios ajenos en propios. Ay reina, aunque encarcelo mis recuerdos para cumplir la promesa de sepultarte, soy traicionado por la fuerza de voluntad, un débil aliado que se arrodilla ante la luna nuestra.
Mañana es navidad y no estarás. Mañana prometo dedicarte mis plegarias para que puedas ser feliz. Mañana juro que mi corazón llorará porque esta navidad ni la otra me abrazarás como lo prometiste en un calculo aventurado de la vida juntos que planeamos.
Después de llorar sonríele a papá, mamá y al descolorido hermano tuyo. Abrázalos como si estuvieras abrazándome, y ámalos con la misma intensidad con que me amabas en las noches de luna. Posiblemente hoy camine frente a aquella escuela que guardó mi corazón latir por un amor ahora fracturado. Feliz Navidad HLLYR...

sábado, 15 de diciembre de 2007

Así son los hombres...

Es cierto, somos basura. Y ese título lo hemos ganado a pulso. Convertir en un juego las "relaciones amorosas", sin importarnos un ápice lo que sientan las mujeres a quienes le bajamos la luna y regalamos flores, es una herencia que no podemos esquivar de chibolos por la forma como las sabrosas experiencias ajenas y el machismo nos bombardean hasta derribarnos en la lucha entre el bien y la trampa.
Besar a más de una chica en un mismo tiempo es ciertamente placentero, sobre todo cuando renunciamos al placer manual y nos avalanzamos a la línea de partida de la maratón sexual. Filtrear con la hembrita del barrio o la mamacita de la universidad, es una de nuestras preocupaciones de jóvenes, pues también nos preocupa no tener plata, porque con la plata baila el mono y bailamos nosotros hasta movernos en la danza del ¡si, o sí amor!.
Las chicas nos creen que los chanchos vuelan al lado de las mariposas que rondan su cabeza enamorada. Nosotros en cambio, creemos que los chanchos no vuelan, y que ellas son increiblemente ingenuas.
Y es que "así son los hombres, son una basura". La letra de una canción chichera condensa perfectamente la escencia de los chicos lindos que saben enamorar, pero ellas reconocen "que bonito se siente que le guiñen un ojo y con una guitarra poquito a poco se meta adentro (que aberración gramatical) y se vaya hasta el fondo de su corazón".
En esta navidad los chicos confirmarán que son una basura. Pero este post está dedicado para quienes no aprendieron a mentir, a los muchachones que por mala costumbre quieren decir la verdad siempre y se enamoran como en las telenovelas mexicanas.

Los besos se roban...

Pedirle un beso a una chica es del siglo pasado. En estos tiempos, los besos se roban al estilo del más escurridizo ladrón. No dejas de respetar a la mujer que te inspira el deseo, robándole un beso que quizás ella quiera regalartelo sin tener que saltar obstáculos, pero también espera asaltes sus labios cuando la sorpresa aún conserva su naturaleza.
Cortejar a una chica en busca de un beso no es del siglo pasado, pero pedírselo sí, insisto. En esta época se pide una pastilla, una pizza u otra chuchería por delivery, pero no un beso. Son boberías.
Ser directo es válido, siempre que nuestra sinceridad no termine por espantar a la inquilina de nuestros sueños interrumpidos. Perder sin luchar es lo mismo que luchar para perder. Debemos estar convencidos que el beso robado, es el beso que ella también querrá celebrar en un acercamiento corporal delicioso.
Rodear tus manos por su cintura, cerrar tus ojos antes que los suyos sorprendidos es el preámbulo para caminar luego sujetados de la mano hasta que alguno se desprenda, porque quizás otro tipo también quiera ensaya el arte de robar besos, u otra chica desea que se lo roben, y fijen su mirada en los actores iniciales.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Debo sepultarte...

La inspiración no huyó porque aún guardo frases bellas para ti, pero debo sepultarte musa porque me regalaste lágrimas y silencio, que entiendo también te acompañaron poco después de citar al dolor. Fue una cita forzada, es cierto, pero qué pasó con la fuerza del amor. Acaso no alimentamos lo suficiente las noches de luna, suelo preguntarme a diario con la partida del sol.
Arranco de mis ojos tus fotos para no atormentarme con la mierda de descansar al otro lado del mundo, un mundo que no es nuestro, porque quizás nunca lo fue. Corro para que el tiempo no me alcance y quiera lanzarme al pasado con sabor a luna, porque carajo, es pasado.
Debo sepultarte musa porque me lo pediste y un súbdito siempre cumple los mandatos de la reina. Debo sepultarte porque serán otros brazos los que te sujeten y regalen calor. Debo sepultarte carajo, porque ahora exploras la vida en busca de una alegría que no podré ofrecertela, porque tu altar se edificó en una zona minada por quienes también te aman, no lo dudes.
Hace poco te vi -pero no me viste- reír. Supongo que venciste la pena por algún chiste rojo. Ojalá sigas riendo, ojalá infles tus robustas mejillas como símbolo de la felicidad recuperada, esa que nunca más tendré entre mis manos porque debo sepultarte musa.
La esquina del teléfono, la banca del parque, la puerta del colegio, el paradero a casa, y la luna, vivirán como fieles y mudos testigos de un amor que agoniza, y que sepultaré a tu lado, en un ataúd suave como tu corazón gritándome te amo.
Cayo cuando quiero hablar, y así seguiré, porque pese a los golpes, debo sepultarte musa. Buen viaje reina. Vive para ti y muere para mí...

sábado, 1 de diciembre de 2007

A los papis se les respeta...

De chibolos, muy chibolos, temíamos mentirle a nuestros padres, porque sabíamos que nuestra inexperiencia para ocultar la verdad nos delataría en algún momento. Temblábamos de pies a cabeza, cuando uno de ellos se acercaba a nosotros poco después de cometer una travesura. Era inevitable no sacudir nuestro cuerpo de nervios cuando ellos nos interrogaban sobre el delito infantil de romper un jarrón, golpear al compañero de aula o escaparse del colegio, como las más emblemáticas travesuras de niño.
Llorar ante nuestros padres es una abierta confesión de la falta cometida, pero también es un viejo truco para pasar piola y ser perdonados, hasta la próxima travesura. Eso en el mejor de los casos. Pero cuando defendemos nuestra mentira, exponiendo otra como aval, nos arriesgamos a ser expulsados de la lista de "hijos buenos" de papá y mamá. Y nos preocupa que eso suceda, porque son nuestros viejos, quienes nos hospedaron en este mundo y empaquetaron alegrías sólo para nosotros. No podemos defraudarlos.
Al crecer las travesuras se pintan de otro color, pero siguen regalándonos problemas con nuestros padres. Al igual que a la policía, a los papis se les respeta. Y es que si no lo hacemos, perdemos el permiso para los tonos de fin de semana y la posibilidad de encontrar a él o ella en un interminable abrazo, y por qué no, en un incansable beso, inmenso como la eternidad.
A los papis se les respeta -insisto- porque son nuestros papis y decepcionarlos no está dentro de nuestros planes de vida, al menos de una vida feliz, armoniosa, donde nadie pelee con nadie. En ocasiones nos revelamos y le robamos la paz que ellos nos piden le ofrezcamos como trueque, a cambio de la felicidad que nos dieron de niños. Pero luego somos derrotados y seguimos siendo los hijos buenos de siempre.
Papá y mamá no son malos, también pelearon con sus padres como nosotros lo hacemos ahora con ellos. Y quizás por eso, no quieren que sus errores se calquen en nuestra vida. Pero carajo, ellos no entienden que su vida no es la nuestra, que tenemos derecho a equivocarnos como ellos lo hicieron.
Sin embargo, terminamos por ceder. No importa cuantas promesas de amor hayamos hecho porque terminan por destrozarlas, apelando al argumento que ellos tienen la razón. OK, regalémosle paz a nuestros padres y sumerjámonos en el infierno de no saber decidir, quememos la promesa de luchar canjeándola por lágrimas que no enmiendan nada, absolutamente nada.