martes, 28 de octubre de 2008

Raje pre "amor"

¡Es un chibolo!, ¡Es inmaduro!, ¡Nunca estaría con él!, le decía E a P del chico que ahora es su enamorado. Después que E y P se besaban e intercambiaban frases amables, E le repetía que su galán de turno era un inmaduro, pelotudo (tenía una fijación con el dejo argentino) y que entre sus opciones él estaba por debajo del último. Incluso le daba mayor chance a P, o al menos se lo dejaba notar, cada vez que se encontraban en citas esporádicas y salpicadas por momentos de pasión.
Dos años separan las edades de E y el tipo al que rajaba sin reparo. Esta diferencia de días, semanas y meses sumados le hacía pensar a E que aquel muchachón no sería el elegido de entre los pretendientes que formaban cola. No sólo lo abofeteaba con sus palabras, también lo apuñalaba, le lanzaba dardos, ráfagas y misiles. Lo mató y hasta lo sepultó.
Después de esta masacre descarada, era visiblemente imposible concluir que E le diría sí. Por eso cuando lo aceptó como su enamorado, no sólo sorprendió a P con quien continuaba chapando como amigos, sino que invitaba al desconcierto.
Cuando hablaba con P sobre esta historieta, concluíamos que ciertamente E es la causante de la mutación de una frase antiquísima. Ahora, tras lo que se pensaba era la aniquilación del rajado a manos de E, es válido deducir que “entre el raje y el amor hay un paso”. O quizá medio paso. O quizá no es amor, y el salto es hacia otro espacio adormecido por la inmadurez que P cuando me contó la historia, me dijo que se la adjudica a E.
No es que P esté desfalleciendo a raíz de este episodio. Dice sentirse burlado, pero paradójicamente aliviado, porque se enteró a tiempo que E empezó a entenderse con el rajado, cuando presume aún continuaban chapando como sucedió la última vez en que fueron a beber vino y ella se embriagó. Aquella vez, antes de recibir la llamada del rajado y después de besarse con P, ella no dejó de aclararle a P que el chibolo e inmaduro jamás la besaría como sin duda la besa ahora, posiblemente engañado.
Pese a que P no le guarda rencor a E, traté de abogar por ella y recordarle que si E lo cagó es porque quiere safarse del recuerdo del ex, del que la engañó. Y la mejor forma de olvidarse del ex que además juraba no olvidaría, y por el que lloraba incansable, era estar con algún otro tipo, aunque creyera que era un tarado.
“Lo amo (al ex) y al menos en los próximos meses no podré olvidarlo, ni estar con nadie”, le dijo E a P mientras chapaban. Pero evidentemente cambió de opinión y ahora, para olvidarlo, utilizará al rajado.
E no tendría por qué decirle a P que ahora chaparía oficialmente con el rajado. Y no lo hizo. P se enteró por su cuenta. P llamó hace poquito a E, minutos antes que me comunicara eso y que yo escribiera este post. E, se ofendió porque P le dijo sentirse burlado luego de sus besos mentirosos. E colgó la llamada, sentenciando supongo la relación ¿amical? que tenía entre vinos. No tuvo tiempo para preguntarle desde cuándo chapaba con él y coqueteaba con el rajado.
Debo terminar diciendo que no siempre los chicos son los malos de la película. Y aunque casi todos los muchachones han heredado el don de engañar a las chicas, ellas también han ejercitado su capacidad de florear. ¿O no manita?... E es lo maisimo...

jueves, 23 de octubre de 2008

Enamorarse del clavo...

¿Es posible enamorarse del clavo que sin saberlo tenía la misión de sacar el clavo que dañó el corazón de madera?, me preguntó. Y sé que no es difícil responderme a esta burrada de pregunta. Trató de buscar una respuesta racional, diminutamente lunática, pero sobre todo, convincente. Tengo que persuadirme y comprender que en algún momento el amor al que amas más que ayer, mañana amará a alguien más, incluso más que hoy y que ayer cuando decía amarme.
En algún momento, con conocimiento de causa, acepté ser el clavo que según el legendario Pablito podía arrancar de su corazón al verdugo de las noches tristes. Enterado que ella compró una decepción con su anterior pareja al que decía amar con locura y poco después que rompieran la relación, le pedí que fuésemos enamorados. Su belleza me marcó el camino hacia el corazón en el que luego me cobijé.
No recuerdo cuándo, pero entendí que algún tiempo después que iniciamos la relación dejó de llorarle al ex por pensarme. Los detalles que ella me inspiraba regalarle, me convirtieron en un buen chico, en el hombre en el que podía confiar. Y no él.
Cuando me presentó su piel me dediqué a probar la miel que en ella había. Era imposible saciarse. Tenía una vida entera para amarla y dejarme amar. Fue en mi cumpleaños, el mejor de mi vida (mantendrá esa distinción eternamente), en que nos encontramos por primera vez en la luna. La sentía mía y no de él. Pero hemos terminado, y ahora soy el ex.
¿Y si la historia se repite y soy el clavo al que quieren expulsar?, también me pregunto hoy que no estas aquí, sentada en la banca del parque cómplice al que íbamos luego de encontrarnos en el teléfono de la esquina. ¿Si ella encuentra o busca a quien me supla ahora que nos separamos?, replico molesto, casi llorando.
Cuando en la lejanía del sueño roto hablamos que lo nuestro no podía seguir, lloramos como lo hago hasta ahora en silencio. Sé que es una ironía de la vida que amándonos como lo hacemos no estemos juntos. Mi perdición será la bendición de quien pronto, o muy pronto, me reemplace al descender sobre tus labios, tu cuerpo y (no quiero carajo) tu corazón.
Pablito nunca debió recomendar sacar un clavito, debió callar, no lanzar ideas tontas. Ya sé. Soy uno de tantos clavos a los que arrancarán, no soy el único. Pero eso no importa. Me vale lo mismo que nada este disfraz de consuelo.Cuando llegue el día en que sienta que dejé de ser el amor de su vida, será cuando la vea de reojo cruzar a la vereda del frente al verme acercarme a ella por la cera de la que huyó, junto a él, al bendecido, al que odio.

domingo, 19 de octubre de 2008

Lo siento tanto y te he amado tanto...

Me alegra saber que aún me amas, me apena saber que no haz cambiado de opinión, y que te mantendrás distante, lejos de este amor que te ofrezco.
Al inicio de la conversación que sostuvimos por teléfono sentí que me hablabas como aquella amiga que ves después de largos años, cuando nosotros tenemos apenas pocos meses de habernos separado por decisión de la vida, y no mía. “Yo también”, me respondiste, luego que te recordaba que te amo.
“Las cosas pasaron porque pasaron y punto”, te dije ensayando un argumento bobo que podría sustentar en un terreno lleno de dudas y temores, por qué es que “acepto” ser tu amigo y nada más que eso.
“Cuéntame cuando estés triste”, agregó, pidiéndome algo que no puedo manejar. Y es que si cada vez que hablemos le digo que mi corazón no deja de llorar porque no la tiene consigo, nuestros encuentros telefónicos no serán sino un remedo.
Hablamos de las fotos de tu viaje a Arequipa. Te disgustaba la idea de estar subida de peso. Mientras yo, defendía tu belleza intocable siquiera por algunos cambios físicos que el tiempo osó realizar.
Cada vez que hablo contigo mi día es otro, los colores tienen sentido y no sólo nombre, el sol irradia y no jode, el cielo abraza nubes donde me gustaría estar echado contigo, el verano o el invierno se convierten en primavera, mis ojos frenan el llanto y lo despiden, sonrío porque mi corazón está alegre.
Ahora son menos frecuentes las llamadas telefónicas, mías y tuyas. Hoy, los mensajes de texto no llueven como diluvio sobre las bandejas de entrada del celular como cuando estábamos unidos en cuerpo y alma.
A veces me preguntó cómo he terminado haciendo daño a todo mundo, si solo quería amarte y comerte a besos cuando llegaras a casa, y verte ahí al lado mío cuando suena el despertador, y mirarte cuando desayunamos con olor a pan tostado, y no dejar de mirarte en todo el día. Pero lo único que he conseguido es caer enfermo de tristeza.
En una televisora española encontré la historia de Sara y Lucas, dos locos enamorados que luchan por defender su amor y que chocan contra la barrera que ellos mismos construyeron en base a miedos y dudas. Sé que no hay dos historias idénticas, pero esta se asemeja mucho a la nuestra, una historia que tiembla al agonizar y que revive al oír al teléfono remedar tu voz. Lo siento tanto y te he amado tanto que por ahora no puedo seguir escribiendo…

miércoles, 8 de octubre de 2008

¿Damaris o J?... decídete Micky

Micky Gonzales, el tío que cantaba y canta Akundún como consuelo de su época de gloria, el mismo tío al que una gemela famosa por la hermana adornó hace poco, ese chochera fue el que con frescura se vistió de galán y no dudó en afanar a la enamorada de un buen amigo, el buen CH. Como si quisiera probarse a sí mismo que aún podía conquistar mujeres, y no limitarse a ser un simple cornudo, el ex greñudo y ahora postulante a calvo se mandó un afane conchudo, debajo de las canas de donde el aire sujetaba su maltrecho cuerpo.
Quizá por ignorar que J chapaba con CH, es que el tío coqueteó sin descaro con ella cuando lo encontramos en la acreditación de periodistas para un concierto de rock donde él participaría como invitado, junto a otros grupos rockeros largamente mejores en el escenario. Entiendo, y sin ánimos de defenderlo, que Micky no quiso dejar en ridículo a CH. Pero lo hizo muy bien, que incluso fabricó carcajadas que rompieron más de un decena de quijadas.
Cuando Micky, junto a una fan despistada, posaba para el lente del también gráfico CH, aterrizó intencionalmente su mirada sobre el rostro de J, una chica guapa (con respeto papai, no te enojes) que lo distrajo para el mal de mi pata y para la delicia de quienes saboreamos este episodio.
J no tenía la mínima intención de cautivar a Micky, quien en un premeditado intento por acercársele le preguntó por qué estaba triste. Ella, quien también quería fotografiarse con el tío, rechazó con esa gentileza propia de las mujeres que la tristeza no la acompañaba, aunque intuyo que mentía. La mirada coqueta del tío que parecía coqueado nos alertaba que íbamos a burlarnos de CH, como lo hicimos luego, y lo hacemos aún, porque recordarlo ahora todavía nos resulta cómico.
Cuando finalmente J se acercó a Micky para retratarse en una foto con él, el gestor del ridículo de CH empezó a bombardearla de preguntas que le permitan no sólo saber su nombre, sino algo más. Fue entonces que empezaron a dibujarse las primeras sonrisas entre quienes veían como el tío afanaba a J delante de CH a menos de un metro de distancia de este. Y lo peor para CH es que tuvo que esperar algunos largos e interminables segundos frente al conquistador y J hasta que el primero se animara a posar, cansado de cortejar a su enamorada.
CH empezó a disimular el disgusto porque un tipo, aunque sea un famoso descolorido, afanaba a la mujer que ama, a la misma chica a la que él besa y que el otro mira con ojos insanos. CH negaba que aquella situación le incomodara, pero conociéndolo sé que no fue así, que le jodió en el orgullo que -espero no sonar machista porque citaré sólo una frase- otro gallo cantara en su gallinero.
Como sabiendo que no nos detendríamos en burlarnos de CH, es que Micky invitó a J a conversar un rato más, luego de la foto que CH tomó. J con la intención de picar al tío bobo con una entrada al concierto es que aceptó charlar. Ello encendió más la ira de un apacible enamorado, que camuflaba su rabia inventando conversaciones ajenas a este cuadro que jamás imaginó pintas. Pero además multiplicó las carcajadas, alimentadas por el fachoso accidente nocturno al que el buen CH fue sometido.
Como consuelo debo decirle a CH que el tío Micky parece estar tirándole los galgos a Damaris, la flaquita que ganó una gaviota de plata en el festival de Viña del Mar. Y es que con la gemela ya no tiene chance, porque ella prefirió ligar con Giribaldi, aunque digan que sólo chapan como amigos.
Micky está pasadito en año, usa gorra para cubrir la migración de cabellos a la nada, casi nada vibra con sus canciones y vive lejos de J. Sin embargo buen CH, no puedo irme sin pedirle a Micky que decida. ¿Damaris o J?... ten fe colorao que Damaris en linda…