martes, 1 de enero de 2008

Fraude...

Saltamos de un día a otro con el mismo dolor de corazón, los mismos problemas económicos, la misma joda por pelearte con el mejor amigo o con la pena de ver a la distancia a papá y mamá. Sin embargo, hoy -dicen- es Año Nuevo. ¿Qué de nuevo podría regalarme la vida?, me pregunto mientras veo que todo sigue igual, que las calles son las mismas, que sigo pagando una quina (con rebaja, porque el pasaje cuesta 0.70 céntimos) al cobrador de combi, que mi sueldo no aumentó, pero sobre todo, que la nostalgia no se aleja.
La ropa interior amarilla cocida con hilos de superstición se ha convertido en casi un deber para quienes quieren cambiar las lágrimas por alegrías de 365 días, sin chance a menos. Resucitar junto al nacimiento del nuevo año es puro cuento. Lo inventaron para calmar las penas por un corazón triturado, por proyectos frustrados o partidas inesperadas.
Confirmé que es un fraude vestir de amarillo nuestros genitales y otras zonas sensibles del cuerpo. Este es sólo un rito urbano convertido con el tiempo en una verdad mentirosa, porque la buena suerte o la felicidad esquiva en el año que partió no llega de pronto usando ropa interior amarilla. Ya sé, es un absurdo aferrarse a una bobería para convertir en realidad un sueño censurado en este mundo, pero algunos calzonudos no quieren dejar escapar la oportunidad para huirle a la fastidiosa infelicidad.
Deseos incumplidos por el calzoncillo amarillo se suman a la pena que debió resolver. Queda claro entonces que los tropiezos en la vida no se detendrán por cumplir militar y religiosamente esta recomendación de algún otro ingenuo que se comió este cuento peruano con letras chinas.
Es tarde para reaccionar y evitar hacer el ridículo porque de seguro muchos tienen ahora puesto aquella prenda. Pero aún resta tiempo para recurrir a la paciencia y esperar que los deseos frustrados nos sonrían, siempre que hagamos la guerra en este impredecible 2008.
Correr como giles con una maleta como si estuviéramos robándola o comer doce uvas apelando a la buena fortuna, son también boberías inventadas. Y es que insistir con rituales tontos termina por deprimirnos. Aperecen derepente nuevos problemas que nos acorralan porque nos distraemos en cumplir con los ritos bobos al pie de la letra antes que guerrear en este mundo alejado de las telenovelas.
Por los amigos y amores que planean visitarnos, por aquellos otros que se fueron, por todos ellos, empujemos las supersticiones al abismo y dediquémonos los siguientes doce meses -como ensayo- a cultivar sonrisas y cosechar algo más efectivo que ropa interior amarilla: alegrías.

1 comentario:

Rogger Erick dijo...

Hombre viejo y creyendo en la prenda amarilla. No has descubierto nada original, todos sabemos que eso no es cierto. Ninguna prenda te da felicidad por mas crédulo que seas... Feliz Año 2008