viernes, 5 de octubre de 2007

Consejos de mierda...

Escucha a su hijo decir al otro lado del fono: "ta'mare", evidenciando su molestia por charlar. Se queja consigo mismo y quiere mandar a la mierda a todo mundo, incluso al niño al que le regaló la vida. Pero se detiene, respira hondo, y trata de hablar con el nene, quien responde "porque quiero", al preguntarle por qué estaba molesto. Eso le jodió más.
En esos momentos entendía que ningún consejo de mierda surtiría efecto. No quería escuchar a nadie decirle que debe tomar todo con calma cuando lo único que deseaba era golpear a alguien, sujetarlo del cuello y llenarlo de patadas.
Resulta fácil aconsejar porque también lo había hecho, pero alejado del problema de otros, así como aquellos estaban distante de sus problemas, ensayando recetas fáciles de recitar. Esos consejos de mierda son en escencia esto último, aunque cometa la torpeza de redundar en esta oración.
La vida le permitirá seguir oyendo a su hijo renegar por una conversación telefónica forzada, pero también escuchará miles de consejos gestados en el paraiso del optimismo, al otro lado de la orilla donde en ese momento renegará porque no tiene plata, porque en el trabajo lo putearon o porque el amor se esfumó tras una fogata que él mismo encendió para contrastar el brillo de la luna.
Los consejos tratan de evitar que el sufrimiento de quienes amamos se prolongue, pero también sirven para recordar que hay un problema que solucionar y que el gestor de esta crisis es uno mismo, o en el peor de los casos, nace del ser amado.
Una sonrisa desdibujada asoma la imagen de la tristeza que un consejo de mierda no borrará de pronto. Mastiquemos la joda y digeramos la broca es otro consejo de mierda al que no deben atender...

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