domingo, 3 de febrero de 2008

Cerebro de cucaracha aprendió de una cucaracha

De él aprendí algunas fórmulas para redactar, porque me las enseñó desinteresadamente (o para ufanarse) cuando aún ensayaba temeroso mis primeros párrafos en la redacción de un diario policial donde los asesinatos, accidentes de tránsito mortales, suicidios y todo lo que en una fotografía podía pintarse de sangre y lágrimas ajenas, predominaba sobre los temas políticos que en realidad me atraían -seducido por debates inteligentes, nada ociosos- al igual que este canoso muchachón que con el tiempo dejó de ser mi maestro para convertirse en mi enemigo.
Nunca ocultó su mal humor. Caminaba avinagrado, como molesto porque este mundo no era quizás el que soñaba. Y quería remediarlo a la fuerza, jodiendo a quienes él entendía nos jodían, como una suerte de compensación vengadora. Esa fue la primera imagen que me regaló este hombre con quien por algún tiempo compartí secretos personales, y con quien sonreí por alguna broma que con esmero un chiste mal contado nos sacó del prototipo de periodistas aburridos.
Abandonar el diario donde trabajamos juntos por medio año, supuse, empezó a consolidar lo que a la larga terminó siendo un debilucha y palideciente amistad. Me retiré del diario policial por problemas de salud y al regresar a la cancha a un diario con poses politiqueros, fue celebrado por el otrora maestro, quien incluso sumó para que ingresara por la puerta grande a esta empresa.
Una nota extraviada entre líneas de sangre, entiendo, marcó el inicio de este conflicto periodístico. El entonces sensei tradujo una opinión política de un presidete barbón y sazonado con un estilo manoceado por la estupidez, publicó una nota que ciertamente era interesante. Convencido que lo publicado en el diario policial era cierto, es que decido no perderle el rastro a la información y abordó al autor de estas declaraciones con el fin de presentar nuevas opiniones al diario donde estaba trabajando. Sin embargo, me sorprendió que este sujeto me dijera que jamás dijo textualmente lo que el canoso publicó, y que incluso la interpretación es ajena a la realidad.
(El post está alargándose, así que abreviaré) Decido comentarle -sin malicia- a una amiga en común de la patinada del maestro. Ella luego se lo comenta y él lo toma como una puñalada por la espalda, cuando mi intención nunca fue esa, pues además pensaba decírselo personalmente, pero aquel día nuestros pasos no se cruzaron.
En fin, desde entonces y hasta ahora, el ex maestro se dedicó a minimizar mi trabajo con comentarios hirientes, pese a que en el intervalo e ido creciendo periodísticamente, gracias a lo que él pudo enseñarme y a la suma de lecciones de otros maestros (el canoso no fue el único). Durante este tiempo, tres años para ser exactos, también me enseñó que ciertamente es un ser despreciable, hipócrita por naturaleza y estúpido por méritos propios.
Hace unos días, él me llamó "cerebro de cucaracha", pero cobarde (maricón en realidad) como siempre no me lo dijo cara a cara. Me cagué de risa porque entiendo que aquella fue una de las tantas ocasiones en las que me maltrataba, insultándome. Aquel día le irritó que un buen amigo y ex compañero de la universidad decidiera esperarme para regresar en el auto en el que también viajaría el heterosexual frustrado. El chino, mi amigo, trabaja como relacionista pública en la institución donde es jefe el tío a quien entrevistaba. Minutos antes, el (ahora cómo lo llamo, se acabaron los adjetivos, quizás porque tengo cerebro de cucaracha)... entrevistó al mismo tío, y porque sus preguntas me parecieron a las de un corresponsal escolar, es que esperé para interrogarlo sobre un tema que era de mi interés.
El tiempo que tardé es lo que molestó al canoso y lo obligó a bajarse del auto, estrellar la puerta y lanzar su veneno, diciendo que tengo cerebro de cucaracha porque espero oír sus preguntas babosas para repetirlas luego a solas con el entrevistado. Este incidente luego lo publicó en la misma nota que le dedicó al entrevistado principal, afirmando que el buen chino tenía preferencias conmigo, usando los bienes del Estado. ¡Qué idiota este cdsm!
En fin, supongo que si tengo cerebro de cucaracha es porque aprendí de una de estas, a quien muchos gustarían pisar para ahorrarnos el mal rato de verlo casi a diario en las comisiones donde se disfraza de héroe y se mecha con medio mundo, aduciendo que esa es la única forma de hacer periodismo. Incomodar a un entrevistado con preguntas que descansan en argumentos sólidos es legítimo, pero no joder por meras especulaciones.
Lamento que con estúpidos como este tipo, el periodismo continuará cargando la cruz de ser camaleónicamente el más vil de los oficios.

1 comentario:

eL CHiCHo dijo...

pa mi que te lo has levantado al canoso y mal todavía...asi q avinagrado...como lo conoces bien