No puedes dejar de sonreír si te posas frente a la cámara de un gráfico de diario o de portal web que además de apellidos compuestos y acomodados, aspira a capturar rostros bonitos, que no espanten. No importa si te toman de sorpresa, o espontáneamente te prestas a que el flash reviente sobre ti. Lo importante es salir bien. Y si no eres fotogénico, aléjate, no te acerques a los gráficos, porque sin quererlo serás el punto de atención de tus amigos, pero con comentarios jodidos, hirientes, que maltratan tu vulnerada reputación. En este escenario, no hay blindaje que sirva.
¡Asu, ves la nariz de Pepe!, ¡Qué tal panza la del Chicho!, ¡Ay hija, a la Maricucha se le cayeron las tetas, pobre de su marido!, ¡Escándalo, Paola usó la misma ropa que la última vez!, ¡Coco llegó con su nieta, ¿o es su nueva conquista?!, ¡Un cholo en sociales. Ahhhhh!, y muchas frases de este calibre se dejan oír si es que estos son lectores de diarios fichos, con nivel A-1, como la conserva de atún.
Para llegar a este cuadro se hace de todo. Las chicas, menean sus caderas y lucen prendas diminutas y provocadoras para atraer la mirada del gráfico; mientras los chicos, se acomodan al lado de las damas para no ser excluidos del retrato que saldría en la página más vista del diario, superando de largo a los accidentes mortales en la sección policiales, las opiniones políticas de una sarta de fanfarrones, y los show de nuestra descolorida farándula.
Escribo este post porque coincidí en el camino de las decepciones con un compañero de trabajo. Don Abelito limpia las oficinas del diario donde trabajamos desde las 5:00 de la mañana. Hace no mucho me contó que le había pedido al encargado de seleccionar los apellidos pitucos que rompiera las reglas e incluyera el nombre de su hijo, su esposa y sobrina, que en desmérito de aquel tipo, pagaban la pena de apellidarse Estela, Chanamé y Chapoñán. Pero el muy baboso, no lo hizo, y don Abelito se quedó sin cumplir con una promesa, pues le dijo a su hijo que haría el esfuerzo porque aquella gráfica se publicara.
Yo, por mi parte, quería que mi hijo saliera en la página, retratado en su primer día de colegio. La historia se repitió. Descubrí que mi apellido, como el de don Abelito y sus familiares, no merecían ser incluido en la leyenda de una foto de sociales, porque donde trabajo sólo consignan mi identificación en las notas que escribo, para librarse de toda responsabilidad y chantarme todo el chongo a mí, en caso lo hubiese.
Manu, mi hijo, no apareció en la página de sociales del diario donde trabaja su papi, porque al expediente de solicitud (mismo banco) le plantaron el sello de “NO ADMITIDO”.
Con don Abelito cambiamos la ruta y giramos hacia otros diarios, que en teoría son competencia, pero en la práctica, son solidarios con quienes somos desamparados en el afán de querer ser retratados, a fin de alimentar los buenos recuerdos. Nuestras fotos se publicaron a blanco y negro en una página libre, donde el apellido no importa, y alejados del descolorido diario que aún nos acoge como trabajadores choteados.
¡Asu, ves la nariz de Pepe!, ¡Qué tal panza la del Chicho!, ¡Ay hija, a la Maricucha se le cayeron las tetas, pobre de su marido!, ¡Escándalo, Paola usó la misma ropa que la última vez!, ¡Coco llegó con su nieta, ¿o es su nueva conquista?!, ¡Un cholo en sociales. Ahhhhh!, y muchas frases de este calibre se dejan oír si es que estos son lectores de diarios fichos, con nivel A-1, como la conserva de atún.
Para llegar a este cuadro se hace de todo. Las chicas, menean sus caderas y lucen prendas diminutas y provocadoras para atraer la mirada del gráfico; mientras los chicos, se acomodan al lado de las damas para no ser excluidos del retrato que saldría en la página más vista del diario, superando de largo a los accidentes mortales en la sección policiales, las opiniones políticas de una sarta de fanfarrones, y los show de nuestra descolorida farándula.
Escribo este post porque coincidí en el camino de las decepciones con un compañero de trabajo. Don Abelito limpia las oficinas del diario donde trabajamos desde las 5:00 de la mañana. Hace no mucho me contó que le había pedido al encargado de seleccionar los apellidos pitucos que rompiera las reglas e incluyera el nombre de su hijo, su esposa y sobrina, que en desmérito de aquel tipo, pagaban la pena de apellidarse Estela, Chanamé y Chapoñán. Pero el muy baboso, no lo hizo, y don Abelito se quedó sin cumplir con una promesa, pues le dijo a su hijo que haría el esfuerzo porque aquella gráfica se publicara.
Yo, por mi parte, quería que mi hijo saliera en la página, retratado en su primer día de colegio. La historia se repitió. Descubrí que mi apellido, como el de don Abelito y sus familiares, no merecían ser incluido en la leyenda de una foto de sociales, porque donde trabajo sólo consignan mi identificación en las notas que escribo, para librarse de toda responsabilidad y chantarme todo el chongo a mí, en caso lo hubiese.
Manu, mi hijo, no apareció en la página de sociales del diario donde trabaja su papi, porque al expediente de solicitud (mismo banco) le plantaron el sello de “NO ADMITIDO”.
Con don Abelito cambiamos la ruta y giramos hacia otros diarios, que en teoría son competencia, pero en la práctica, son solidarios con quienes somos desamparados en el afán de querer ser retratados, a fin de alimentar los buenos recuerdos. Nuestras fotos se publicaron a blanco y negro en una página libre, donde el apellido no importa, y alejados del descolorido diario que aún nos acoge como trabajadores choteados.