jueves, 23 de octubre de 2008

Enamorarse del clavo...

¿Es posible enamorarse del clavo que sin saberlo tenía la misión de sacar el clavo que dañó el corazón de madera?, me preguntó. Y sé que no es difícil responderme a esta burrada de pregunta. Trató de buscar una respuesta racional, diminutamente lunática, pero sobre todo, convincente. Tengo que persuadirme y comprender que en algún momento el amor al que amas más que ayer, mañana amará a alguien más, incluso más que hoy y que ayer cuando decía amarme.
En algún momento, con conocimiento de causa, acepté ser el clavo que según el legendario Pablito podía arrancar de su corazón al verdugo de las noches tristes. Enterado que ella compró una decepción con su anterior pareja al que decía amar con locura y poco después que rompieran la relación, le pedí que fuésemos enamorados. Su belleza me marcó el camino hacia el corazón en el que luego me cobijé.
No recuerdo cuándo, pero entendí que algún tiempo después que iniciamos la relación dejó de llorarle al ex por pensarme. Los detalles que ella me inspiraba regalarle, me convirtieron en un buen chico, en el hombre en el que podía confiar. Y no él.
Cuando me presentó su piel me dediqué a probar la miel que en ella había. Era imposible saciarse. Tenía una vida entera para amarla y dejarme amar. Fue en mi cumpleaños, el mejor de mi vida (mantendrá esa distinción eternamente), en que nos encontramos por primera vez en la luna. La sentía mía y no de él. Pero hemos terminado, y ahora soy el ex.
¿Y si la historia se repite y soy el clavo al que quieren expulsar?, también me pregunto hoy que no estas aquí, sentada en la banca del parque cómplice al que íbamos luego de encontrarnos en el teléfono de la esquina. ¿Si ella encuentra o busca a quien me supla ahora que nos separamos?, replico molesto, casi llorando.
Cuando en la lejanía del sueño roto hablamos que lo nuestro no podía seguir, lloramos como lo hago hasta ahora en silencio. Sé que es una ironía de la vida que amándonos como lo hacemos no estemos juntos. Mi perdición será la bendición de quien pronto, o muy pronto, me reemplace al descender sobre tus labios, tu cuerpo y (no quiero carajo) tu corazón.
Pablito nunca debió recomendar sacar un clavito, debió callar, no lanzar ideas tontas. Ya sé. Soy uno de tantos clavos a los que arrancarán, no soy el único. Pero eso no importa. Me vale lo mismo que nada este disfraz de consuelo.Cuando llegue el día en que sienta que dejé de ser el amor de su vida, será cuando la vea de reojo cruzar a la vereda del frente al verme acercarme a ella por la cera de la que huyó, junto a él, al bendecido, al que odio.

3 comentarios:

Claudia dijo...

A veces sin querer queriendo uno se enamora del clavo, y cuando el clavo se convierte en el amor incrustado, y luego en la espina que sangra, una vez más te vuelves en el objeto por el q aceptaste ser el clavo, y veras, muy de lejos con dolor, luego quiza con alegría al motivo de tu dolor, pero también de ese amor que sin querer queriendo llegó una vez a tus manos.

Claudia dijo...

cada historia siempre es un enredo...es mejor enrtedarse una vez, que a no enredarse nunca...:)

Anónimo dijo...

...la vida nos demuestra, que siempre hay una oportunidad de ser feliz.
Aúnque aveces no nos damos cuenta de too lo que nus ofrece la vida...
tkm!!!