domingo, 19 de octubre de 2008

Lo siento tanto y te he amado tanto...

Me alegra saber que aún me amas, me apena saber que no haz cambiado de opinión, y que te mantendrás distante, lejos de este amor que te ofrezco.
Al inicio de la conversación que sostuvimos por teléfono sentí que me hablabas como aquella amiga que ves después de largos años, cuando nosotros tenemos apenas pocos meses de habernos separado por decisión de la vida, y no mía. “Yo también”, me respondiste, luego que te recordaba que te amo.
“Las cosas pasaron porque pasaron y punto”, te dije ensayando un argumento bobo que podría sustentar en un terreno lleno de dudas y temores, por qué es que “acepto” ser tu amigo y nada más que eso.
“Cuéntame cuando estés triste”, agregó, pidiéndome algo que no puedo manejar. Y es que si cada vez que hablemos le digo que mi corazón no deja de llorar porque no la tiene consigo, nuestros encuentros telefónicos no serán sino un remedo.
Hablamos de las fotos de tu viaje a Arequipa. Te disgustaba la idea de estar subida de peso. Mientras yo, defendía tu belleza intocable siquiera por algunos cambios físicos que el tiempo osó realizar.
Cada vez que hablo contigo mi día es otro, los colores tienen sentido y no sólo nombre, el sol irradia y no jode, el cielo abraza nubes donde me gustaría estar echado contigo, el verano o el invierno se convierten en primavera, mis ojos frenan el llanto y lo despiden, sonrío porque mi corazón está alegre.
Ahora son menos frecuentes las llamadas telefónicas, mías y tuyas. Hoy, los mensajes de texto no llueven como diluvio sobre las bandejas de entrada del celular como cuando estábamos unidos en cuerpo y alma.
A veces me preguntó cómo he terminado haciendo daño a todo mundo, si solo quería amarte y comerte a besos cuando llegaras a casa, y verte ahí al lado mío cuando suena el despertador, y mirarte cuando desayunamos con olor a pan tostado, y no dejar de mirarte en todo el día. Pero lo único que he conseguido es caer enfermo de tristeza.
En una televisora española encontré la historia de Sara y Lucas, dos locos enamorados que luchan por defender su amor y que chocan contra la barrera que ellos mismos construyeron en base a miedos y dudas. Sé que no hay dos historias idénticas, pero esta se asemeja mucho a la nuestra, una historia que tiembla al agonizar y que revive al oír al teléfono remedar tu voz. Lo siento tanto y te he amado tanto que por ahora no puedo seguir escribiendo…

2 comentarios:

ECAZUL dijo...

Leer este post me puso un poco triste, y es que aveces no logras entender porque el destino o la vida se empeñan en alejarte de la persona a la que amas, pero me da gusto leer, si en algo te alivia, es que al menos puedas hablar con ella como un amigo aunque no sea eso lo que quieres, pero eso es lo que ha quedado por ahora entre ustedes.
Animos, quizá pueda un día cambiar la historia.

Claudia dijo...

Bueno amio, la vida continua, nuevas historias llegarán a tu vida...