martes, 30 de septiembre de 2008

Seré un sicario por ti...

Me he propuesto asesinar nuestro amor. No sé si lo que planeo se concrete. Mis ojos no ven el futuro. Mi corazón se enfría y mis manos tiemblan. Sujeto con fuerza el arma que liquidará este amor, y tengo miedo. Camino, corro y vuelvo a caminar. Me pregunto si podré. Sí puedo, me respondo.
Aún te amo, pero no quiero amarte. Todavía te extraño y no quiero recordarte. También lloro. Me jode aterrizar esta rabia en impotencia. Juro que en mi corazón no dejaré rastro de lo que en algún momento vivimos. Ya no.
Prometo que me convertiré en un sicario por ti. Llegaré montado en una motocicleta y le dispararé varios tiros al corazón mío que espera sentado en una banca de parque que llegues a rescatarlo. Si el muy tonto agonizante pide piedad, le daré el tiro de gracia. No tendré compasión, porque aprendí que los tontos mueren por tontos.
Secuestraré los recuerdos, los torturaré. Nadie sabrá que alguna vez habitaste en mi corazón. No te recordaré siquiera cuando en la radio programen la canción que elegimos como nuestra, luego que me la dedicaras. Ni tú sabrás que alguna vez te amé.
Han pasado algunas semanas desde que supliqué por teléfono que no me dejaras. Después que colgaste, lloré. Después que lloré, sentí que mi corazón se enfriaba. Ni el fuego de aquel amor que nos juramos podría derretir ahora lo que me inspiras. Ya nada borrará el dolor que sembraste en mí.
Hace menos de una hora te llamé para decirte que te asesinaría, que mataría a la mujer que amé. Pero no respondiste. Quizá no era necesario y el silencio tuyo me lo hizo recordar. Te dije, como podrás oír en el mensaje, que podemos ser amigos, que sería bacán que nos comunicáramos cada vez que se pueda, que coleccionemos nuevos recuerdos pero como amigos, que chateemos como amigos. Ojalá aceptes.
El único sobreviviente de este asesinato premeditado será el príncipe. Entre los motivos que oxigenan mi vida está el enmendar su memoria, remediar la burrada que lo lastimó, borrar la mancha que dejé en mí. El príncipe no se niega a acompañarme, y por eso vivirá conmigo por algún tiempo más.
Espero que este sicario en el que pretendo convertirme luego se suicidarme, no se arrepienta. Ojalá y la luna se derrita. Ojalá algún día me despida de ti, no en un taxi, ni en la puerta de un supermercado, sino en la esquina de mi corazón...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece super interesante lo que haz escrito...



Me estremecí cuando lo leí!!



ñ_ñ