domingo, 21 de septiembre de 2008

¡Hey abu!, ¿para todo hay solución?

“Para todo hay solución, menos para la muerte”, me decía alguien mientras hablábamos por teléfono. Aquella frase célebre la oía repetidas veces de mi abuela Olga que como muchos no pudo vencer a la muerte y partió, pero sí derrotó a muchos de los problemas que la retaron en los casi ochenta años que estuvo entre nosotros.
Ignoro si la fórmula para que mi abuela resolviera los problemas caseros con sus hijos descansaba en esta frase, donde la perseverancia se camufla. Me animo a pensar que el dolor de cabeza provocado por mis tíos y mi mamá cuando estos aún eran niños, o por mi propio abuelo, le ayudaban a poner en práctica esta fórmula. Posiblemente en algún momento ha de haber fallado, pero como en los ejercicios matemáticos, era válido revisar y corregir el error. Ella lo hacía. Convertía lo negro en blanco, y luego nos decía: no hay problema. Ojo, por creíbles estudios familiares, mi abuela disparó esta otra frase antes que el enano extra terrestre de Alf lo patentara.
Decir que esta frase tiene carácter de ley o es un mandamiento divino es decir nada, porque en el mundo (en especial en Perú) las leyes y los mandamientos son burlados, como si hacerlo fuese un hobby. No hacerle caso a la frase que motiva este post es zurrarse en un consejo inyectado de motivación que busca no sólo consolar a quien esté agobiado, sino recordarle que “si existe un problema es porque existe una solución”. Nuestra chamba, pese a la joda, es buscar la solución que nos libere de pesadillas y evite broncas con inocentes.
En fin, al margen de las propiedades curativas de esta frase y que he podido comprobar luego de saltar algunas malas experiencias, me abordó una duda que convertí como muchas de las dudas en una pregunta. ¿Todos quienes ensayan esta frase, creen en ella?. Mientras invento una respuesta optimista, la voz al otro lado del auricular me dice que NO, y no deja ni un segundo de espacio a la duda. Supongo, luego de pensarlo a solas, que lanzo un misil de negatividad para que me convenciera que estaba equivocado. Lo raro es que esta persona forzó la metamorfosis de una frase que vendió como optimista por una realidad cruel, vestida de pesimismo.
Comprendí que el mensaje buscaba en el fondo que cediera ante la tortura del adiós y confesara que la muerte, incluso la muerte del amor, no tenía solución. Ahora que muero porque no estás a mi lado, siento que ciertamente no hay solución a este problema. Pude probar entre lágrimas la veracidad de esta frase.

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